Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 31 de mayo de 2025


Los convidados eran unos cincuenta, y en el curso de la noche fueron llegando muchos más. Parecía como que hubiese corrido una noticia por los lugares de placer de la capital, atrayendo á toda la juventud libertina. Frente al príncipe estaba sentado un teniente de cosacos, pequeño, felino, negruzco, con ojos asiáticos. Su uniforme sucio revelaba un viaje reciente.

Todos se sentaron a la misma mesa, frente a las ventanas, para no perder de vista el camino; sirviéronles vino, y cada cual comenzó a contar lo que sabía; uno dijo que los aliados eran tantos que tenían que acostarse uno junto a otro en el valle de Hirschenthal, y que estaban tan llenos de miseria que, así que se marchaban, las hojas secas andaban solas por el bosque; otro contó que los cosacos habían prendido fuego a una aldea de Alsacia porque no les dieron velas como postre después de una comida; que algunos de ellos, en particular los calmucos, comían jabón como si fuera queso, y la corteza del tocino como galleta; que muchos bebían aguardiente en vasos, después de haber echado en el líquido varios puñados de pimienta; que era preciso ocultarlo todo, porque todo era para ellos comestible y bebedero.

Luego, volviéndose hacia Materne, que estaba de pie detrás de él, dijo: No podemos permanecer más tiempo en esta incertidumbre; así es que vas a salir, con tus hijos, de reconocimiento. El rostro del viejo cazador se animó repentinamente. ¡Muy bien! Por fin voy a poder estirar un poco las piernas dijo Materne , y a ver si logro despachar a uno de esos granujas de austriacos o de cosacos.

Todos volvieron la vista hacia el fondo del desfiladero, y vieron a los cosacos caracolear alrededor del carro de municiones, en número que no bajaría de doscientos o trescientos. ¡Que llegan! ¡Salvémonos! exclamó Luisa. Esperad un poco dijo el contrabandista ; no tenemos nada que temer.

Los franceses defenderían el país, reconquistando además los territorios perdidos; pero eran los cosacos los que iban á dar el golpe de gracia, aquellos cosacos de que hablaban todos y muy pocos habían visto. El único que los conocía de cerca era Tchernoff, y con gran escándalo de Argensola escuchaba sus palabras sin mostrar entusiasmo. Los cosacos eran para él un simple cuerpo del ejército ruso.

A mediodía, cuando Materne y sus hijos se disponían a partir, oyose un grito más fuerte, más prolongado que los demás: «¡Los cosacos!, ¡los cosacosTodo el mundo salió fuera, a excepción de los cazadores, que se limitaron a abrir una ventana para ver lo que pasaba; la gente huía a campo traviesa; hombres, rebaños, carros, todo se dispersaba como las hojas ante el viento del otoño.

Bastó a los muchachos dirigir una mirada hacia aquel sitio para gozar del más sorprendente espectáculo: unos veinte cosacos, hombres de revueltas barbas rubias, que llevaban a la cabeza gorros de viejas pieles en forma de tubos de chimenea, que cubrían sus escuálidos cuerpos con mugrientos harapos, cabalgaban, apoyados en estribos hechos de cuerda, en caballitos de crines flotantes que les llegaban al petral, de cola escasa y grupa amarilla, negra y blanca como de cabras.

Marcos Divès costeaba el muro, marchando por la nieve; su caballo, acostumbrado sin duda a aquel camino, relinchaba, alzando la cabeza y bajándola hasta el petral, con bruscas sacudidas. El contrabandista se volvía, de vez en cuando, para dirigir una mirada a la meseta de «El Encinar», que se hallaba enfrente. De improviso exclamó: ¡Ya se ven los cosacos!

Divisábase a uno de los jefes, hombre corpulento y de amplio abdomen, que contemplaba la peña con un anteojo; detrás de él estaba Yégof, hacia quien se volvía de vez en cuando para interrogarle. Las mujeres y los niños de la aldea rodeaban a cierta distancia al enemigo, ante el que se extasiaban, y cinco o seis cosacos hacían caracolear a sus caballos.

Los cosacos ajustarán las cuentas á esos bandidos terminaba diciendo con absoluta seguridad . Antes de un mes habrán entrado en Berlín. Y su público, compuesto en gran parte de mujeres, esposas ó madres de los que habían partido á la guerra, aprobaba modestamente, con el deseo irresistible que todos sentimos de colocar nuestras esperanzas en algo lejano y misterioso.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando