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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Don Custodio refiriéndose á su política ya no se contentaba con la palabra arte. Y al decir gobernar estendía la mano bajándola á la altura de un hombre de rodillas, encorvado.
Levanté una mano, y bajándola suavemente ante sus ojos desmesuradamente abiertos y desesperados de terror. ¡Morid en paz! le dije ¡Yo le perdono! No había aún acabado estas palabras cuando su fisonomía marchita se iluminó con un relámpago de alegría y de juventud. Al mismo tiempo brotaron dos lágrimas de sus hundidas órbitas.
La cigüeña se dejó acariciar y mostró la satisfacción y el gusto que aquellas nobles caricias le causaban, entornando los párpados como si se adormeciese y restregando suavemente el largo cuello sobre la vestidura de la linda dama. Pasó ésta la mano por el cuello de la cigüeña, bajándola hasta el ancho buche, cubierto todo de abundantes y blancas plumas.
Creyó que estaba muerta o que le faltaba poco para morirse; mandó a Encarnación en busca de Segunda y de José Izquierdo, y cogiendo la cesta en que Juan Evaristo dormía, la puso en la sala. «No me determino a llevármelo pensó el buen viejo . Pero al mismo tiempo, si esos brutos se empeñan en impedirme que me lo lleve... ¡Ah!, no; yo cargo con él, y que tiren por donde quieran». Cogió la cesta, y bajándola a su casa con toda la rapidez que le permitían sus piernas no muy fuertes, azorado como ladrón o contrabandista, volvió a subir y se aproximó a la enferma, mirándola tan de cerca, que casi se tocaban cara con cara. «Fortunata... Pitusa» murmuró echando talmente la voz en el oído de la joven.
Marcos Divès costeaba el muro, marchando por la nieve; su caballo, acostumbrado sin duda a aquel camino, relinchaba, alzando la cabeza y bajándola hasta el petral, con bruscas sacudidas. El contrabandista se volvía, de vez en cuando, para dirigir una mirada a la meseta de «El Encinar», que se hallaba enfrente. De improviso exclamó: ¡Ya se ven los cosacos!
Y fué lo bueno que la tal resolución vino contraria al inquisidor, pues se decía en ella que cuando fuese á la iglesia con el tribunal podría llevar la cola alzada, bajándola al llegar á la capilla mayor, pero que nunca se permitiese ni esto cuando fuese solo.
Palabra del Dia
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