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Ahora ya es distinto: ya tengo en mi poder lo que buscaba... «Pues no comprendo», diría cualquiera, «ni los apuros de antes ni la tranquilidad de ahora; porque lo hecho, hecho está, y el clavel, por solo, no vale el trabajo que te has tomado viniendo a recogerle, según has declarado ser verdad.» ¡Carape si lo es! «Corriente», volvería a decirme cualquiera: «si lo hecho ya no tiene remedio, y el clavel, por solo, no vale dos cuartos, ¿para qué te quedas con él?...» ¡Valiente reparo de mala fe sería ese!

Si es guapo, si es rico, si es despierto y honrado, y Nieves le quiere, y en quererle y en hacerle su marido cifra su felicidad, ¿a ti qué te importa? ¿Así la pagas las distinciones con que te honra y la estimación que te da? ¿Te abrieron de par en par las puertas de Peleches para eso? ¿Está bien que entrando por ellas como amigo honrado, pretendas quedarte adentro como amo y señor de los señores mismos? ¡, obscuro villavejano, prosaico farmacéutico, gusanejo vil de la tierra, atreverte al sol mismo que con su calor te dio la vida! ¿Dónde se ha visto cosa semejante?... Paga, paga, tus deudas de esclavo, barriendo los suelos donde ella pise, y avergüénzate de haber levantado los ojos tan arriba.» ¡Carape qué cosas tan tremendas me digo en esas ocasiones; y cómo me zumban los oídos con el sonrojo, solamente con imaginarme que pudieran haberme leído tan malos pensamientos en la cara!

Pregúnteselo usted a Rufita González contestó Nieves muy seria , que lo sabrá con exactitud... ¡Carape si la picaba Rufita González en aquel particular! Pero no se dio por tentado de la sospecha, y dijo sencillamente: Y ¿por qué lo ha de saber Rufita mejor que usted? Porque ya tiene el gabinete preparado... y hasta los dulces para la boda.

Pero pudo muy bien Nieves, mirando el hecho desde su punto de vista de mujer, o de niña mimada, decir para sus adentros: «¡qué grosero!...» o «¡qué pan frío!» Y esto es lo que me duele, por si lo ha pensado ella y por no merecerlo yo en buena justicia, y lo que me ha ido molestando toda la tarde en la cabeza, con el propósito, además, de volver por el clavelillo este en cuanto pudiera, y el temor de no hallarle cuando le buscara. ¡Carape, si me ha preocupado todo ello junto!

Cada cosa pide su elemento propio para vivir y desenvolverse. Las ideas del hombre están en el mismo caso: se educan, se fortalecen y aun se iluminan con el concurso de ciertos agentes externos que parecen providenciales en determinados casos de la vida. ¡Carape si se me ocurren cosas bonitas ahora!

Después, por no ahogarse allí de ira y de indignación, había salido sin saber por dónde ni a qué: de calle en calle; y si al paso se topaba con Maravillas... Porque no podía ser de otro la lacería aquélla de la cuarta plana del periódico: la Fábula desde luego lo era, porque llevaba sus iniciales. Pues, carape, ¿qué menos que un par de bofetadas para desahogarse un poco?

Ya está sorbido el carel... ¡Hola, hola! garranchitos a por la proa, ¿eh? Toma ese hachazo por el medio... y ese par de rociones para duchas... ¡Carape con la recalcada!... Una tabla... Esto ya es andar... y embarcar agua también... Pues otro poquito más de caña ahora... para probar... ¡nada más que para probar!... Ya está la segunda. Vaya usted contando, Nieves: dos tablas...

Ayer era yo el hombre más descuidado y venturoso de la tierra; y hoy me carga a lo mejor cada murria que me parte. ¡Qué más? ¡Hasta el mismo oficio de que vivo empieza a caérseme de las manos! Es una mala vergüenza confesarlo; pero es la pura verdad. Nada, ¡carape! que, según van poniéndose las cosas, como si yo hubiera nacido hace dos meses.

Siempre que habla conmigo añadió Nieves , quiere darme a entender que nuestro primo Nacho desea casarse con ella. ¡Carape! exclamó Leto para sus adentros ; pues ese era mi caso, y ahora resulta que le importa a ella menos que a . Y en voz alta dijo : Eso precisamente es lo que más la califica.

El pobre chico se quedó viendo visiones. ¿Por qué tal improperio? ¿Dónde, cuándo ni cómo había escandalizado él?... ¡Carape con el dicho... y en mitad de la calle, y a quemarropa!.. Y aunque hubiera escandalizado, ¿qué le importaba a ella?... ¡Vaya con la grandísima!.. Pero ¿no era creíble también que la palabrota que parecía un insulto a él, fuera simplemente una de las dichas por la Escribana en el calor de la riña sorda en que iría empeñada con sus hermanas, como de costumbre?... En fin, no lo entendía; y después de todo, ¿qué más le daba?