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Piénselo bien, piénselo bien; pregúnteselo a la almohada, compañero... Yo creo que cuando usted madure la idea... Me parece que aunque la estuviera madurando diez años... En estas cosas hay que poner algo de caridad; no se puede proceder con simple criterio de justicia. Convendría que usted hablase con ella... ¡Yo!... pero D. Evaristo... , no me vuelvo atrás.

Pregúnteselo usted a Rufita González contestó Nieves muy seria , que lo sabrá con exactitud... ¡Carape si la picaba Rufita González en aquel particular! Pero no se dio por tentado de la sospecha, y dijo sencillamente: Y ¿por qué lo ha de saber Rufita mejor que usted? Porque ya tiene el gabinete preparado... y hasta los dulces para la boda.

La joven se levantó ligeramente de su sillón y replicó: Señor conde, se lo diré á usted cuando me haya explicado por qué dejó condenar, sin defenderle, á su amigo Jacobo de Freneuse... Sorege hizo un gesto desdeñoso. ¡Ah! ¿Volvemos á eso? Pues pregúnteselo usted á el mismo.

Además, con cualquier apellido es posible la vida. La aristocracia, bien mirada, es lo mismo que la democracia. Todo surge de la nada y vuelve a la nada, misia Melchora. Pero mientras se vive, conviene ser alguien en el mundo. Nacemos, sufrimos, morimos y nos olvidan. He ahí todo. El resto es espuma, aire, humo, ruido. Pero, Inesita es alguien. Y si no, pregúnteselo usted a su nieto.

Entregándome a la policía le hará a ella el peor de los males. Si duda de lo que digo, pregúnteselo. Tenga cuidado de cómo procede antes de ponerse en ridículo y hacerla víctima a ella.

Ya lo he dicho El Rey no está para despilfarros, y para levantar de cascos á está gente no es preciso mucho dinero. ¿Que no? Pregúnteselo usted á aquel lego exclaustrado que escribe El Azote; ya me tiene comidas tres onzas de las que usted me trajo la semana pasada. ¿Pues y aquel oficialito que pronunció hace días aquel fuerte discurso en que dijo: Calendas Cartagos...?

Pregúnteselo usted a tía Tomasa. Hasta dicen que si son tan amigos es porque ella le fabrica cierta untura que le sienta como de mano de ángel. Lleva un perro rabioso agarrado a salva sea la parte, y por eso tiene ese genio insufrible. La mañana que se levanta de mal teque, tiembla el palacio y después toda la diócesis. Es un hombre bueno, pero cuando le muerde detrás la mala bestia, hay que huir.

Al oír esto, la cara arrugada del viejo se iluminó con una severa sonrisa, y observó: No hay duda, hará una espléndida conquista matrimonial. ¡Ah! si usted pudiera conseguir que le dijera todo lo que sabe, lo pondría en posesión del secreto de su padre. ¡Qué! ¿acaso ella lo conoce? exclamé. ¿Está usted seguro de eso? Lo estoy; ella sabe la verdad. Pregúnteselo.