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Gracias por el interés que nos demuestra... Mas es para un dolor que usted se marche... Me había acostumbrado ya a sus buenas visitas, y no puedo imaginarme que sea ésta la última... Siéntese aquí, muy cerquita... Hablaba con tono tan afectuoso, filial casi, que fue dando a Francisco mayor aplomo para abordar la delicadísima cuestión de que quería hablarle.

Niño todavía, no podía imaginarme á los militares de otro modo que con sus vestidos colorados, las hombreras rojas ó azules, los botones de metal, los diversos adornos de cuero, de lana y tela; no los comprendía sino marchando á paso acompasado en columnas regulares con tambores al frente y oficiales á los costados, como si formaran un inmenso y extraño animal empujado hacia adelante por no qué ciega voluntad.

Ahora, Nieves la dijo éste casi imperativamente, pero traduciéndosele en la voz y en la mirada la compasión y el interés de que estaba poseído , va usted a hacer, sin un momento de tardanza, lo que debió de haberse hecho en un lugar de lo poco que yo hice... porque no me era lícito hacer más: está usted empapada en agua, está usted fría; y eso no es sano: hay que quitarse esa ropa... ¡toda la ropa! enjugarse bien, friccionarse si es preciso, y volverse a arropar: yo no tengo vestidos que ofrecerla a usted, ni en estas soledades han de hallarse a ningún precio; pero tengo algo seco, limpio y muy a propósito para que pueda usted envolverse en ello y abrigarse... Vea usted una... dos... tres grandes sábanas de felpa... dos toallas... unas pantuflas sin estrenar, algo cumplidas de tamaño; pero donde cabe lo más, cabe lo menos... Otro impermeable... ¿Se acuerda usted de la tarde en que les enseñé estas prendas visitando ustedes esta cámara? ¡Mal podía imaginarme yo entonces el destino que les estaba reservado para hoy!

Si es guapo, si es rico, si es despierto y honrado, y Nieves le quiere, y en quererle y en hacerle su marido cifra su felicidad, ¿a ti qué te importa? ¿Así la pagas las distinciones con que te honra y la estimación que te da? ¿Te abrieron de par en par las puertas de Peleches para eso? ¿Está bien que entrando por ellas como amigo honrado, pretendas quedarte adentro como amo y señor de los señores mismos? ¡, obscuro villavejano, prosaico farmacéutico, gusanejo vil de la tierra, atreverte al sol mismo que con su calor te dio la vida! ¿Dónde se ha visto cosa semejante?... Paga, paga, tus deudas de esclavo, barriendo los suelos donde ella pise, y avergüénzate de haber levantado los ojos tan arriba.» ¡Carape qué cosas tan tremendas me digo en esas ocasiones; y cómo me zumban los oídos con el sonrojo, solamente con imaginarme que pudieran haberme leído tan malos pensamientos en la cara!

Yo no puedo figurarme que tengo otro padre que el mío dijo Eppie con impetuosidad, saltándosele las lágrimas de los ojos . Mi sueño ha sido siempre tener un pequeño hogar en el que él estaría sentado junto al fuego, mientras que yo trabajaría y haría todo lo necesario por él. No puedo imaginarme otra casa más que la nuestra. No he sido criada para ser una dama y no puedo acostumbrarme a esta idea.

Mucho me ha sorprendido lo que usted me cuenta del párroco de Solano, pues nunca pude imaginarme que tratándose de una elección en que está interesado el Palacio llegara á cerdear; pero á bien que le tengo cogido por el cuello con motivo de cierta denuncia que nos han remitido hace tiempo, y si no se decide á trabajar como Dios manda, lo dicho dicho, mi amigo, que ya le cayó encima tarea para divertirse un rato. ¡Vaya todo por Dios!

Solidez, firmeza, y peso: tal es lo que expresaba el reposado continente del General en la época á que me refiero, aun en medio de la decadencia que prematuramente se iba enseñoreando de su naturaleza; si bien puedo imaginarme que, en circunstancias excepcionales, cuando se hallase agitado por un sentimiento vivo que despertara su energía, que sólo estaba adormecida, era capaz de despojarse de sus achaques, como un enfermo de la ropa que le cubre, y arrojando á un lado el báculo de la vejez, empuñar de nuevo el sable de batalla, y ser el guerrero de otros tiempos.

Figurábaseme, , desde luego obra de romanos, el llenar y embutir con verdades luminosas las largas columnas de un papel público; pero en cambio era para de la mayor consideración el imaginarme a la cabeza de una sección literaria, recibiendo comunicados atentos y decorosos, viendo diariamente consignadas en indelebles caracteres de imprenta mis propias ideas y las de mis amigos, y sin más trabajo a mi parecer, que el haber de contar y recontar al fin del mes los sonantes doblones que el público desinteresado tiene la bondad de depositar, en cambio de papel, en los arcones periodísticos de una empresa, luz y antorcha de la patria, y órgano de la civilización del país.

Yo no puedo ver el proceso de un duro que se transforma en patatas, sin imaginarme el proceso contrario, y me figuro que, previamente, se han cogido kilos y kilos del sabroso tubérculo, que se los ha cocido, que se los ha machacado, que se los ha sometido a diversos reactivos, que se los ha puesto en un alambique y que se ha obtenido el duro como resultado.

La otra meneaba vivamente la cabeza, intentando decir entre sollozos: No..., no..., no... Es que Pepe... Pues bien, ¡no le digas nada!... ¿Quieres que vaya?... Pues iré, iré de mil amores... ¿Cómo había yo de imaginarme que iba a causarte esa pena?