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Fernando, más tranquilo después de las palabras de su novia, hablaba del por venir. Trabajaría; ¡quién sabe hasta dónde puede llegar un hombre! Desde que estaba enamorado, sentíase con nuevas fuerzas para el trabajo. Bullían en su pensamiento ciertas invenciones industriales, que, de realizarse, darían nuevas ganancias á Sánchez Morueta.

Pero ¡nos vamos a arruinar, nene! suspiraba ella, posando la cabeza en un hombro del amante . no tienes dinero para tanto. Maltrana protestó. El trabajaría. ¿Y para quién era todo su dinero?... Para su Feli, para su gorrera graciosa, que lo había abandonado todo; siguiéndole a él, pobre y feo. ¡No digas eso!... suspiraba ella . eres el hombre más guapo de Madrid, el que más sabe.

Cuando papá era Director, servía a este señor en cuanto le pedía, y ahora para el Ministro no hay mejor recomendación que la de mi padre. JOAQUÍN. ¿Aquí? ¡Trabajar aquí!... te has caído de un nido. En España no se recompensa el mérito. ¡Qué país! Es claro; yo trabajaría, yo me dedicaría a algo; pero ¿qué pasa?

¡Oh papaíto! comenzó Eppie cuando estuvieron solos, tomando y oprimiendo los brazos de Silas a la vez que saltaba a su alrededor para darle un beso . ¡Oh mi papá viejo! ¡qué contenta estoy! Creo que no nos faltará nada cuando tengamos un pequeño jardín; y yo sabía que Aarón nos lo trabajaría prosiguió con aire malicioso y de triunfo ; lo sabía muy bien.

Clotilde pintaba con frase apasionada el retiro donde irían a esconder su felicidad: un cuarto alto del barrio de Salamanca, lleno de luz, un nido risueño donde Inocencio trabajaría en su despacho, escribiendo comedias, mientras ella bordaría a su lado en el mayor silencio: cuando se fatigase, charlarían un instante para descansar y después le daría un beso y emprendería de nuevo su tarea: por la noche saldrían cogidos del brazo a dar una vuelta y a casa otra vez: nada de teatro; lo aborrecía con toda el alma: en la primavera irían a pasear por las mañanas al Retiro y tomarían chocolate entre los árboles; en el verano a pasar un mes o dos a la provincia de Inocencio a proveerse en el campo de buen color y de salud para el invierno.

Coleta lo sabía de buena tinta: el administrador de El Pardo se desesperaba por no haber podido atrapar al Mosco, y los guardas, apenas cerraba la noche, preguntábanse por qué lado del inmenso bosque trabajaría aquel bandido.

No fué, porque no pudo; porque los ochenta pesos de su sueldo no le alcanzaban para comer, pagar la casa... y las cuentas de Quilito, la esperanza y el orgullo de la familia. ¿Qué le diría el jefe al día siguiente? Iba a entrar en la oficina sin hacer ruido, tratando de no llamar la atención, y sin chistar se sentaría en su despacho y trabajaría hasta las seis, sin levantar cabeza.

No le importaba quedar solo y sin apoyo, pobre, más pobre que antes. Pero él se encontraba con fuerzas para trabajar; trabajaría en una profesión, en un oficio cualquiera. Y si en Madrid no podía conseguirlo, se volvería á su pueblo, donde por lo menos tenía seguro el pan.

Pero era preciso meditar, trazar un plan, ver la manera más fácil de unirse á ella. Clara era huérfana, él pobre. He aquí dos contratiempos ocurridos desde el principio. ¡Ah! Pero él trabajaría; sería activo, ingenioso, astuto. Bien sabía él que tenía talento. ¿Pero debía ser un simple agricultor? No: eso era poco para él. Debía ir á Madrid, hacerse oír, buscar un nombre, un puesto.

Para que las cosas fueran en regla, debía ser pobre, y entonces ella trabajaría como una negra para mantenerle. «Si hubieras sido albañil, carpintero o, pongo por caso, celador del resguardo, otro gallo me cantara». «Vaya por dónde te ha dado ahora». «Y nada más». No había medio de quitarle de la cabeza aquella corrección de las obras de la Providencia.