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Luego vuelve al lado de Azorín. El telón se ha levantado. El viejo dice: ¿Usted no conoce esta obra? Es preciosa; yo se la vi estrenar a Caltañazor, a Becerra, a la Ramírez, a la Di Franco, que entonces era una niña... Camprodón tenía mucho talento. Yo conocía también a su mujer, doña Concha...

En el Ateneo de los jesuitas se graduó de bachiller, algo después de estrenar en el teatrito del colegio su melodrama "Junto al Pasig". Frisaba entonces con los 14 años. Viniendo a España en 1882, a los dos años ganó los títulos de Doctor en Medicina y Licenciado en Filosofía y Letras, y se trasladó a Francia, Alemania y Austria para ampliar en aquellas clínicas sus estudios.

Las cofradías de la ciudad eran las que escoltaban al Cristo milagroso. Las señoritas de Salta iban de dos en dos, siguiendo las banderas y estandartes llevados por unos frailes ascéticos que parecían escapados de un cuadro de Zurbarán. Todas estas jóvenes aprovechaban la fiesta para estrenar sus trajes primaverales, blancos, rosa, de suave azul, ó de color de fresa.

Ya provenía de que el amo del café se portó cochinamente cobrando a la tertulia unas copas, que se habían roto al discutir las verdaderas causas de la muerte de Concha en Montemuru; ya, por fin, de un desmejoramiento progresivo e intolerable del género, razón por la cual desearan muchos estrenar los establecimientos nuevos o renovados.

Mediante esta compensación, comprometiose a que, una vez terminado su compromiso, renunciaría a su carrera artística, y colmaría los votos del señor de Maurescamp. En los primeros días de abril de 1877, esta singular persona tuvo la idea de estrenar su casa convidando algunos de sus amigos a un almuerzo.

En efecto; es usted un gran artista murmuró Novillo, enjugándose unas lágrimas; era sobremanera sentimental . Como presidente de la Junta de abonados que soy, le prometo que haré estrenar su drama por la primera compañía dramática que venga a Pilares. Apolonio hubiera abrazado a Novillo; pero no quería descomponer la majestad de la figura.

La niñera no tenía otra obligación que la de mirar por ella y acompañarla incesantemente; la quería de todo corazón, y era esclava de sus menores caprichos; hacíanla estrenar un vestido cada semana, y no se ponía tasa a sus antojos de juguetes.

Le traían del extranjero docenas de docenas de camisas, que muchas veces amarilleaban olvidadas, sin estrenar, en el fondo de los armarios. Los libreros de París enviábanle enormes paquetes de volúmenes recién publicados, y en vista de sus continuas demandas, escribían en la dirección una línea que don Horacio mostraba con burlona complacencia: «Mercader de libros

Tal es, lectores, la escena de ese calvario durísimo, de ese triunfo inane y filante, de esa victoria aniquiladora y cruel como una derrota, por la que suspiran tantos autores y en la que sólo hay la desilusión de un gran dolor: «el dolor de estrenar...»

Se le hizo estrenar un traje oscuro, de última moda, de paño inglés, por supuesto. A Reyes a ratos se le figuraba que le estaban vistiendo para ir al palo, y se le antojaba hopa, de género inglés, aquel elegantísimo terno que iba sacando del cajón remitido por el artista de Madrid.