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Entonces la niña, con una fuerza que sorprendió a Miguel, le rechazó haciéndole tambalear. Adolfo volvió a la carga riendo groseramente. ¡Adolfo, que llamo a mi tía! gritó Maximina, roja como una cereza y saltándosele las lágrimas, y otra vez le rechazó con brío. Eso no se hace, chico dijo Miguel queriendo intervenir.

Jamás se había reido tanta ni de tan buena gana, é incapaz de tenerse de pie se apoyó contra el tronco de un árbol, sin poder hablar, saltándosele las lágrimas y riéndose á todo trapo.

Como generosa yegua de pura sangre a la cual pretendiesen enganchar haciendo tronco con un individuo de la raza asinina, la Tribuna se irguió, y saltándosele los ojos de las órbitas, los carrillos inflamados por la fiebre, gritó: Sal, sal de ahí, bruto.... ¡Quieres condenarme!

«¡Cristo!, ya le tenemos otra vez con el dichoso dengue... chilló Nicanora, reponiéndose al instante de aquel gran susto . Pobrecito mío, hoy viene perdido...». Don José entró a pasos largos y marcados, con desplantes de cómico de la legua; los ojos saltándosele del casco; y repetía con un tono cavernoso la terrorífica palabra: ¡adúuultera!

La cabeza del Príncipe, amoratada y descompuesta, se hallaba presa entre dos barrotes, y los ojos, saltándosele de las órbitas, parecían mirar con terror el tablero, en el cual Ghiberti había cincelado magistralmente la degollación de Hugo de Portinaris por el despiadado Orlando Testaferrata.

Yo no puedo figurarme que tengo otro padre que el mío dijo Eppie con impetuosidad, saltándosele las lágrimas de los ojos . Mi sueño ha sido siempre tener un pequeño hogar en el que él estaría sentado junto al fuego, mientras que yo trabajaría y haría todo lo necesario por él. No puedo imaginarme otra casa más que la nuestra. No he sido criada para ser una dama y no puedo acostumbrarme a esta idea.

En cambio la intendenta apretó de firme, sobre todo en la declamación: al echar los brazos al cuello a Rivera para retenerle, estuvo inimitable. Cuando bajó el telón, tío Manolo, desesperado, saltándosele las lágrimas, agitó los puños contra el suelo exclamando: ¡Infame tierra! ¿por qué no te abres y me tragas?