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Actualizado: 21 de mayo de 2025


¡Su hermano, ! exclamó Amaury con efusión, un hermano adicto en cuerpo y alma, se lo juro. Acepto, querido tutor, con gratitud, estos deberes paternales que me impone su tierna solicitud, y a pesar de mi juventud, prometo no abandonarla hasta que tenga a su lado un marido digno de ella, que la ame de corazón.

Necesito razonar, meditar y combatir; algunas veces llorar, pues quién mucho quiere amar mucho tiene que sufrir. Huyeron los días de calma, días de alegres amores, en que bastaban las flores para consolar al alma de sus penas y dolores. Van huyendo, poco a poco, cuantos amé, de mi lado; aquél muerto, éste casado, porque sella cuanto toco con la desventura el hado. ¡Huye también, musa! ¡Vete!

Es cierto; y eso precisamente me obliga a meditar mucho. Yo soy muy rara de carácter. No quiero que nadie me ame por conveniencia, y me repugna también que alguien imagine que la conveniencia influye en el amor mío. Si yo me casase con D. Jaime, pobre como soy, ¿no podría alguien imaginar que me excitaban a este enlace el afán de salir de Villafría e ir a Madrid, la posición del novio, sus grandes esperanzas, y hasta las mismas ventajas materiales de que ya goza?

Te amé y te di mi corazón; me amaste, y al oír de tus labios que me amabas se disiparon las tinieblas de mi vida; se iluminó mi alma con los esplendores de la tuya, y anhelé ser bueno porque eras buena; quiso tener resignación como , y la tuve; y el que poco antes deseaba morir, amó la vida, y soñó con dichas y felicidades, no esas que supones, sino otras verdaderas, humildes... un hogar modesto y tranquilo, ni envidiado ni envidioso, del cual fueras alegría.

¡Que perezca cuanto ame! ¡Que su corazon de fiera lento y lento el dolor hiera y no le mate el dolor! ¡Que sus noches el infierno llene con sueños de espanto! ¡Que nunca aplaque su llanto la cólera del Señor!

¡Oh! ¡, es verdad! dijo dolorosamente la Dorotea ella es una noble dama; su padre es un valiente soldado... yo... yo no tengo padres... yo soy una mujer perdida; ella es menina de la reina... yo soy comedianta... pero ella no le ama como yo... no, no le ama como yo... de seguro ella no es capaz de hacer por él lo que yo haré... ella... ¡ah! ¡ella es altiva! está enorgullecida por su nombre, por su nobleza, y él es sobrino de un cocinero... esa mujer... aunque le ame... estoy seguro de ello, no le confesará su amor... mientras que yo le he abierto mi alma entera.

Yo tengo otro: para la esposa que olvida sus deberes, el desprecio y el olvido; y para el pedazo de nuestras entrañas que huye, el amor, el apoyo, la dulzura, hasta lograr que vuelva a nosotros... Esteban, estamos separados por nuestras creencias; un montón de siglos se alza entre nosotros; pero eres mi hermano, me quieres y te quiero, sabes que sólo deseo tu bien, que llevo como ese apellido de familia que en tanto estimas, que amé a nuestros pobres padres como pudiste amarlos, y en nombre de todo esto te digo que esta situación debe acabar, que no debes vivir insensible y petrificado en lo que llamas tu dignidad, sin que te turbe el recuerdo de una hija tuya que rueda por el mundo como un guiñapo.

Alégrate sólo y no estés envidiosa respondió el Comendador; hallarás también un hombre que te merezca, que te ame y á quien ames con toda la energía de tu corazón. No, tío, no me amará replicó Lucía. Yo soy muy desgraciada. Y Lucía suspiró de nuevo. El Comendador, á la dulce y escasa luz de los astros, vió entonces que corrían dos hermosas lágrimas por las mejillas de Lucía.

La lavanderilla y la doncella, con sus respectivos maridos, siguieron siempre gozando del favor de Sus Majestades, y siendo los señores más principales de toda aquella tierra. Aunque se ame y se respete la virtud, no se debe creer que sea tan vocinglera y tan espantadiza como la de ciertos censores del día.

No me llaméis señora dijo la Dorotea ; yo no soy señora, soy una comedianta; una mujer que ha nacido para vivir libre como los pájaros, cantando siempre de rama en rama... para estar alegre, para gozar... para tener un amante... un verdadero amante que la ame, y no la trate con esos insoportables miramientos con que vos me tratáis... que no se pase los días sin verla... que no la olvide por nada... que no se vea obligada á llamarle señor, más que de su alma... y esto dulcemente... en fin, que no la aburra, que no la entristezca, que no la fastidie.

Palabra del Dia

ancona

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