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Actualizado: 15 de junio de 2025


Yo tengo otro: para la esposa que olvida sus deberes, el desprecio y el olvido; y para el pedazo de nuestras entrañas que huye, el amor, el apoyo, la dulzura, hasta lograr que vuelva a nosotros... Esteban, estamos separados por nuestras creencias; un montón de siglos se alza entre nosotros; pero eres mi hermano, me quieres y te quiero, sabes que sólo deseo tu bien, que llevo como ese apellido de familia que en tanto estimas, que amé a nuestros pobres padres como pudiste amarlos, y en nombre de todo esto te digo que esta situación debe acabar, que no debes vivir insensible y petrificado en lo que llamas tu dignidad, sin que te turbe el recuerdo de una hija tuya que rueda por el mundo como un guiñapo.

En la suave sombra del retiro hallé la paz, la paz que a un mismo tiempo nos ablanda y fortalece, y que mira tranquila los golpes de la suerte como el santo mira los sepulcros. ¡Dulce olvido de la marcha del tiempo, suave alejamiento de los hombres, que llevas a amarlos más que su trato!, sacas blandamente de la herida el dardo que en el alma clavó la injusticia.

También él, á su misma edad, había partido á la guerra voluntariamente. «Respeto á los jefes... amarlos como á padres... el honor... la bandera...» La aparición del príncipe cortó su arenga.

La hermosa zagala, sin comprender lo que debía al rango de aquella familia esclarecida con que el cielo inesperadamente la había dotado, se aferraba en acordarse de los rudos labradores que la habían criado y en amarlos. Es más, en vez de sentirse lisonjeada con su nueva posición, semejaba despreciarla.

Aborrezco a los hombres y quisiera amarlos, quisiera amarlos como me amo a mismo cuando me miras, Clara de mi alma. Aquí dentro hay algo bueno, algo santo, pero el sagrario en que se encierra no está guardado por ángeles, sino por diablos.

Porque, si pudiésemos dudar de que debemos amar al ser infinito, autor de todas las cosas, claro es que dudaríamos tambien de que debiésemos amar á los padres, á los amigos y bienhechores. Luego el amor á estos se ha de fundar en algo mas elevado, si no queremos que al preguntársenos, por qué debemos amarlos, nos quedemos sin ninguna respuesta.

He dicho, y mucho me alegraría de que Vd. aprobase mi parecer, que lo que importa a esta hija de confesión atribulada, es mirar con mayor benevolencia a los hombres que la rodean, y en vez de analizar y desentrañar sus faltas con el escalpelo de la crítica, tratar de cubrirlas con el manto de la caridad, haciendo resaltar todas las buenas cualidades de ellos y ponderándolas mucho, a fin de amarlos y estimarlos; que debe esforzarse por ver en cada ser humano un objeto digno de amor, un verdadero prójimo, un igual suyo, un alma en cuyo fondo hay un tesoro de excelentes prendas y virtudes, un ser hecho, en suma, a imagen y semejanza de Dios.

Un cínico atrevimiento de librería que ha triunfado para siempre... Pero el vulgo, amigo Ojeda, quiere que sus héroes sean desgraciados, para amarlos con la simpatía de la conmiseración. Vea usted a Goethe el más grande tal vez de los poetas de nuestra época.

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