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Su casamiento postergado, su porvenir obscurecido, decaído el ánimo... Y volvió al trabajo, con rabioso tesón, dispuesto a llegar o a perecer. Divisaba ya la tierra prometida, cuando nuevo golpe le sume otra vez en la desgracia, y otra vez encuentra fuerzas para rehacerse, y llega y realiza todo su programa de felicidad.

Una tarde de diciembre, al volver de la relojería, ya obscurecido, un chiquillo me detuvo y me entregó una carta. ¿Quién podía escribirme? Examiné el sobre a la luz de un farol. Era letra de mujer. Con gran curiosidad leí la carta, que decía así: «Al capitán don Santiago de Andía.

Como continuación del mismo drama, representando sucesos posteriores de la vida del Cid, y concordando sobremanera con la segunda parte de Las mocedades, ha de considerarse El cerco de Zamora. Por lo demás, ha de tenerse presente que el drama de Diamante no ha obscurecido al de Guillén de Castro, ya que éste se ha conservado con preferencia en la escena española.

Cuando Marner volvió en , prosiguió la acción suspendida y cerró la puerta, inconsciente de la ruptura de la ilación de sus ideas, inconsciente de que hubiera ocurrido ningún cambio, a no ser que la luz del día se había obscurecido y que se sentía helado y desfallecido. Se imaginó que había permanecido largo tiempo mirando hacia fuera.

Aguardé a que entraran en su casa, y poco después me decidí a llamar. Había obscurecido. El viejo alto que trabajaba en la huerta me indicó que pasara. Entré. Una lámpara de aceite alumbraba un cuarto pequeño y modesto, que tenía un armario con cortinillas blancas.

Y aún tembló más al verle de cerca... Era René. Sus manos oprimieron con cierta extrañeza unas manos fuertes, nervudas. Vió el rostro de su hijo con los rasgos más acentuados, obscurecido por la pátina que de la existencia campestre. Un aire de resolución, de confianza en las propias fuerzas, parecía desprenderse de su persona. Seis meses de vida intensa le habían transformado.

Sobre esta carne algo tostada por el sol una fila de perlas extendía sus gotas de luz lunar. Más arriba, en el rostro obscurecido por la intemperie, entreabría la boca sus dos valvas de escarlata con una sonrisa audaz y serena, dejando escapar el reflejo de los dientes, hermosos y agresivos. Ferragut, al mirarla, repasó su pasado, sin encontrar una sola mujer que pudiera compararse con ella.

Hija mía, ¿qué es lo que ha pasado por ti? ¿Qué te ha obscurecido así la razón? ¡Mi pobre, pobre y querida niña! Luego se levantó de un salto y buscó con sus manos temblorosas su sombrero y su abrigo. ¡Socorrer! ¡socorrer! ¡arrancar su víctima a la muerte! He ahí el pensamiento que, por el momento, le llenaba el espíritu.

En ciertos recovecos de la costa amainaba la vela, quedando la barca sin otro movimiento que una lenta rotación en torno de la cuerda del ancla. Al mirar Ulises el espacio obscurecido por la sombra del casco, encontraba el fondo tan inmediato, que casi creía alcanzarlo con la punta de su remo. Las rocas eran como de vidrio.

Ahora todo parecía sucio, con la pátina del uso sin medida, con el desgaste de un inevitable abandono: las ruedas estaban deformadas exteriormente por el barro, el metal obscurecido por los vapores de la explosión, la pintura gris manchada por el musgo de la humedad.