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Los pollos escribieron cartas de declaración. De todo se encargó el primogénito de Casa-Ramírez, quien iba y venía de un coche a otro con gran firmeza a pesar de su obesidad. Esto les divirtió un rato. Los billetes amorosos escritos con lápiz se leían en voz alta y provocaban los aplausos y la risa. Raimundo charlaba con el mejicano de las vacas y con Osorio.

Este trabajo divirtió más al público que el anterior, á causa de la destreza de los trepadores y del peligro que arrostraban. Podían matarse si perdían pie á tan enorme altura. Un gran personaje distrajo momentáneamente la atención de los curiosos.

Por último, haciendo la conversación general, soltó el Conde la rienda a su buen humor, ensartó mil chistosos desatinos, dentro siempre de los límites no ya sólo de la decencia, sino de la más delicada urbanidad, y divirtió y regocijó a la reunión, logrando hacerse simpático a todos.

Tuve que contar de nuevo la historia de Elena, que interesó y divirtió mucho al auditorio. Las mujeres se enternecieron por la enfermedad de la inocente y vieron en ella un castigo por la insensibilidad de Lacante. Los hombres decían: Es acaso un desenlace y una buena solución.

O todos igualmente locos y fanáticos, ó todos igualmente dignos de consideración y respeto. Otra terrible manía del Sr. Taylor es la que muestra contra las corridas de toros, á las que fué no obstante y se divirtió viéndolas.

Entonces Henzar se divirtió a su modo. Tomó de manos de su amigo una botella que éste llevaba, la aplicó a sus labios y arrojándola furioso al agua exclamó: ¡Apenas una gota! A juzgar por el sonido y por los círculos trazados en el agua, la botella cayó muy cerca del tubo que me ocultaba a menos de una vara. Y Ruperto, sacando el revólver, la convirtió en blanco de sus disparos.

Descuido fue, que aquella vez, hija, no pude zafarme como cuando la del coche... ¡Ay!, estas cosas te las cuento a ti, porque que eres callada y no me has de hacer traición. ¡Si mamá lo supiera...! En fin, que el muy tunante se divirtió todo lo que quiso, y después la del humo. Llegó el 70, y al pobrecito Fenelón le mataron esos infames prusianos.

En los primeros momentos, la contemplación le divirtió, como a cuantos miraban a la muchacha; pero eso duró poco, y no tardó en caer de nuevo en su mal humor. No tenía motivos para estar contento. Al contrario. Volvía del liceo, donde era profesor, cansado, con el estómago vacío; el tranvía estaba repleto, y no había posibilidad de sentarse y leer el periódico.

Cierta vez que el médico, cansado de la monotonía de su existencia, se divirtió en propagar el budhismo entre los rudos contratistas y hasta intentó algunas ceremonias del culto indostánico, á estilo de las que había presenciado en el museo Guimet de París, el cura no manifestó indignación, «Bah; cosas de don Luis; chifladuras de los sabios: ya se cansaráPara él, la religión verdadera no decrecía ni experimentaba quebranto alguno mientras se celebrasen bautizos, casamientos, y, sobre todo, entierros, muchos entierros.

Al principio se divirtió contemplando su propia imagen en un charco de agua; luego hizo pequeñas embarcaciones de corteza de abedul y las cargó de conchas marítimas, zozobrando la mayor parte; después se empeñó en tomar entre sus dedos la blanca espuma que dejaban las olas al retirarse, y la esparcía al viento; percibiendo luego una bandada de pajarillos ribereños, que revoloteaban á lo largo de la playa, la traviesa niña se llenó de pequeños guijarros el delantal, y deslizándose de roca en roca en persecución de estas avecillas, deplegó una destreza notable en apedrearlas.