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Conversábamos a orilla del mar, siguiendo la ondulada línea de una preciosa bahía, y admirando desde la playa, los espléndidos efectos de luz que el astro de la noche prestaba a las argentadas ondas. Yo le daba el nombre de esposa y ella repetía el mío con voz suave, angelical.

Conversábamos y charlábamos; sobre todo yo que le contaba los acontecimientos de mi vida, mis pequeñas tristezas, mis ensueños y mis antipatías. ¡Oh, que tarde tan dulce, encantadora y deliciosa! De Couprat trepó a un cerezo, y el árbol violentamente sacudido dejó caer sobre mi toda su carga de lluvia.

3 Porque nos debe bastar que el tiempo pasado de nuestra vida hayamos hecho la voluntad de los gentiles, cuando conversábamos en lascivias, en concupiscencias, en embriagueces, en glotonerías, en orgías, y en abominables idolatrías. 4 Y esto parece cosa extraña a los que os vituperan, que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución;

¿Cómo otro? Es decir, ya no lo tengo: lo tenía... Es un primo que está empeñado en que le he de querer a la fuerza... No vaya V. a creer que es feo... al contrario, es guapo... pero a no me gusta... No lo puedo remediar. Le dije que , porque me dio lástima un día que se echó a llorar. Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por las calles.

Es que me aburría tanto, hoy, y esta idea de que me llevarán al campo, por la anemia... Y como me aburría, me propuse hacer una experiencia; pero todo es broma... Ahora, seriamente: antes usted era para un amigo mejor, más franco, más bueno; los dos conversábamos con frecuencia, y llegué a verlo como mi amigo único, un amigo insustituible, casi como un refugio... Ya ve, ésta que es una gran confesión.

Mientras nosotros conversábamos, su rancio esposo reposaba sentado; su madre escribía a destajo. Todo lo que Cecilia decía era sencillo y natural; pero estaba impregnado de una dulzura y una melancolía realmente exquisitas. La hablé de su marido, y le tributó los mayores elogios, recordando con gratitud los títulos, la posición y la fortuna de que le era deudora.

Todas las mañanas venía a sentarse a mi cama y conversábamos indefinidamente. Al día siguiente a las siete, entró en mi cuarto con aspecto sereno, tranquilo y con aquella encantadora sonrisa que transformaba su altanera fisonomía, y que tal vez sólo yo conocía bien. Reina díjome sin preámbulos Pablo ha pedido mi mano.

Paseándonos á lo largo del puente, mis dos compañeros y yo conversábamos sobre la literatura francesa, tema que insensiblemente se nos vino á las mientes á propósito de una cancioncilla que preludiaba el capitán en uno de los camarotes. ¡Qué de servicios no ha hecho á la literatura en general, decíamos, este monumento flotante que se llama un buque!

Mientras conversábamos de esta suerte íbamos caminando sosegadamente por las calles. Para evitar el encuentro con cualquier pariente ó conocido de la niña, procuré seguir las menos principales. Su charla era un gorjeo dulce, insinuante, que me conmovía y refrescaba el corazón.

¿Cómo otro? Es decir, ya no lo tengo: lo tenía... Es un primo que está empeñado en que le he de querer a la fuerza... No vaya V. a creer que es feo... al contrario, es guapo... pero a no me gusta... No lo puedo remediar. Le dije que , porque me dio lástima un día que se echó a llorar. Mientras conversábamos de esta suerte, íbamos caminando sosegadamente por las calles.