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Todo esto es hermoso, pero á estos juegos de la naturaleza, á esas fuentes que aparecen y se ocultan en un instante, preferimos los manantiales permanentes de los que oímos constantemente su alegre murmullo, y en los cuales, á cualquiera hora, podemos ver cómo se refleja la luz, rielando en su ondulada superficie.

Esos monstruos, caso que hayan existido, habrían puesto en peligro á la Naturaleza misma, chupándose el globo. A Dios gracias, los pulpos de nuestros días no son tan temibles. Sus elegantes especies, tales como el argonauta, gracioso nadador en su ondulada concha, el calamar, buen navegante, la linda sepia de ojos de azur, se pasean por el Océano y sólo atacan á los seres más pequeños.

Volvió corriendo al huerto, pero antes de llegar, una nubecilla blanca y fina como vedija de algodón se elevó sobre las copas de los naranjos, y sonó una detonación larga y ondulada, como si se rasgase la tierra. Acababan de fusilar a Bolsón.

Y añadía, mesándose el copete ralo y encanecido: ¡Está en la sangre! ¡En la sangre! ¡El aire de la tierra natal! ¡Qué grato y qué fresco esa mañana! El sol inundaba el valle y dibujaba en los muros de las vetustas casas la sombra ondulada de los aleros. De las húmedas montañas, bañadas la víspera por copiosa lluvia, soplaba un vientecillo halagador y perfumado.

Conversábamos a orilla del mar, siguiendo la ondulada línea de una preciosa bahía, y admirando desde la playa, los espléndidos efectos de luz que el astro de la noche prestaba a las argentadas ondas. Yo le daba el nombre de esposa y ella repetía el mío con voz suave, angelical.

Cubría su cabeza un sombrero calañés de terciopelo, con mota rizada, sujeto a la mandíbula por un barboquejo. El cuello de la camisa, limpio de corbata, estaba sujeto con un par de brillantes, y otros dos más gruesos centelleaban en la ondulada pechera.

Caía la tarde. Sólo algunos minutos faltaban para que el sol alcanzase la línea del horizonte; lanzaba sus resplandores, trazando líneas dilatadas de luz y sombra, sobre la llanura tristemente salpicada por las viñas y las marismas, sin árboles, apenas ondulada, abriéndose de distancia en distancia por una lejanía sobre el mar.

Estaban en la región abierta, ligeramente ondulada, que caracteriza la costa en aquel país. El P. Gil, silencioso, caminaba con la cabeza baja, levantándola de vez en cuando para enderezar su mirada vaga, perdida, hacia lo lejos, a las tierras rojas y a las rocas peladas que festonaban la orilla del mar. El sol moría despidiendo su última llamarada, que enrojecía una parte del horizonte.

La compañera era una jovencita de ojos claros y virginales, encogida y tímida algunas veces y otras con audacias de colegiala revoltosa. En el buque llevaba siempre la cabeza al descubierto, libre de velos y sombreros, dejando que flotase su tupida cabellera, de un rubio obscuro, suavemente ondulada.