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Sus cantos de otros tiempos no dicen con qué sentimiento de adoración celebraban las «ochenta y cuatro mil montañas de oro» que ven alzarse bañadas en luz por encima de bosques y llanuras. Para muchos de ellos, los enormes montes del Himalaya, de nevada cumbre, de grandes ríos de hielo, son los mismos dioses en el pleno goce de sus fuerzas y de su majestad.

Volvió a encontrarse como en las Alamedas de Serranos, en una soledad relativa, mirando desde su banco la agitación de la feria y contemplando el cielo a través de las copas de los árboles, cuyas hojas, bañadas por el reflejo de la luz artificial, cambiaban su tono verde por un plateado mate. Allí, por un extraño capricho de su imaginación, pensó en los negocios.

No os podéis figurar, amigos, la alegría y la tristeza que sentí al mismo tiempo. Los seguí como un tonto por más de una hora al través de las calles, y cuando acordé en tenía las mejillas bañadas de lágrimas. Un murmullo de aprobación corrió por el pórtico de la pequeña iglesia.

Y añadía, mesándose el copete ralo y encanecido: ¡Está en la sangre! ¡En la sangre! ¡El aire de la tierra natal! ¡Qué grato y qué fresco esa mañana! El sol inundaba el valle y dibujaba en los muros de las vetustas casas la sombra ondulada de los aleros. De las húmedas montañas, bañadas la víspera por copiosa lluvia, soplaba un vientecillo halagador y perfumado.

El pueblo se extendía por entrambos lados adosado a la montaña, y sus casas estaban bañadas por el mar, al cual podían los vecinos salir por escaleras de piedra. En muchas había también un pequeño terrado o jardín donde merendaban o departían sosegadamente tomando el fresco, o bailaban y reían, según el humor y la ocasión.

Por la que miraba a la tierra veíase la extensa llanura de prados y las suaves colinas que la circundaban bañadas en un vapor azul que se hacía cada vez más denso hasta convertirse en niebla. Por la que daba a la ría se veía la superficie de ésta tranquila, inmóvil, como si de improviso toda aquella agua se hubiese convertido en piedra.

En torno de las sienes calvas, con la amarillez del marfil viejo, se marchitan las coronas de rosas, y en la medrosa concavidad de las órbitas vacías, en vez de las pupilas bañadas de efluvios amorosos, brilla la pálida fosforescencia de las larvas inquietas.

Allá, a lo lejos, en lo interior, columbrábanse las cimas de las montañas, bañadas de un transparente vapor violáceo. El pensamiento de Marta rompió la tupida nube que lo encerraba en un piélago de confusiones y vaguedades, y en su alma asomaron de golpe un sinnúmero de recuerdos dulces e inefables como otros tantos puntos luminosos de que estaba sembrado el cielo sereno de su vida.

Pero mis palabras, débiles mariposas, apenas si podrán en su vuelo llegar hasta vosotros, y apenas si podrán expresar el sobrenatural trastorno que de se ha apoderado, desde que , porque lo he prometido, que es deber mío rememorar su vida llena de sacrificios y perdones, recordar sus doctrinas bañadas de fe y amor, decir algo que sea de su literatura y poesía originales, rendir mi homenaje de admiración y de cariño entrañable al hombre sin tacha, a pesar de fealdades e impurezas de la tierra, al hombre dulce y amable, que es hoy, al cabo de quince larguísimos años de desaparecido, luz serena y deleitosa en mi cerebro, ternura y bondad y alas en mi corazón... ¡Su vida! ¿Y podrá el pensamiento desbordado seguirla en su carrera de gloria y de dolor? ¿Podrá la palabra humana, humo y cáscara, y vestidura tantas veces de las más bajas pasiones, relatar tanta grandeza como encierra su vida?

En estos armarios se guardaba una razonable cantidad de caramelos, rosquillas bañadas, suspiros, magdalenas, almendrados, y sobre todo, las alabadas crucetas y famosísimas tabletas cuyo renombre habrá alcanzado seguramente los oídos de nuestros lectores. Todo de la más remota antigüedad.