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La deudora se avino a todo por perder de vista a las dos infernales mujeres que tanto pavor le causaban. La copa aquella estaba en la sala de doña Lupe; mas no se encendía nunca. Maximiliano sabía su procedencia, así como la de un bargueño y un armario soberbio que en la alcoba estaban.

Pero dijo la condesa con cólera mal contenida , si la casualidad hiciera que yo no heredase los bienes de Elena, seguiría siendo, sin embargo, vuestra deudora. Ya me habéis hecho vuestra esclava exigiéndome un primer escrito. No me he de poner por segunda vez bajo vuestra dependencia. Mathys se levantó para retirarse y repitió con amarga sonrisa: Está bien, señora.

En seguida añadió: Según el pagaré, me eres deudora de diez mil reales, y como me has dado ocho mil, me debes dos mil aún. Yo te los perdono. La generosidad de don Ramón fue solemnizada por toda la concurrencia con los más ruidosos aplausos. Veinte días después de lo que acabamos de contar se celebraron las bodas de Juanita y don Paco.

Yo me llevaré, firmado por usted, el que me asegure que Antoñuelo quedará libre, y firmaré y dejaré en poder de usted el que declare que le soy deudora. Está bien. No hay más que hablar dijo don Ramón. Y yendo a su escritorio redactó los dos documentos en un periquete. En el pagaré se comprometía Juanita a pagar, en el término de seis meses, la cantidad de diez mil reales.

Aquí desaparece el discreteo; aquí se disputa, como en la balaustrada de Verona, sobre si es la alondra ó el ruiseñor el que canta; aquí el éxtasis habla por los dos amantes, mientras que el implacable reloj les va notificando cada hora que transcurre: ¡horas mermadas por la eternidad á su juventud y á su dicha; horas que pueden ser las últimas de sus plácidos coloquios, si la oposición paterna prevalece y la niña se casa con el rico, á pesar de tutear al estudiante; horas descontadas á la esperanza, deudora inmortal del corazón humano, al cual nunca le paga lo que le debe, pero que en cambio es siempre confiada prestamista de los más locos deseos!

Vuelve el príncipe otra vez á calcular la grandeza de este pueblo, el único que puede hacer milagros, como los hacen las religiones en su primera época de exaltación. La gran República es la acreedora del mundo. Todas las naciones vencedoras le deben sumas fabulosas; Inglaterra es su deudora por miles de millones, Francia lo mismo.

Lea, con gran furia de desinterés amoroso protestó, lloró y se empeñó en rehusar, pero el funcionario que había visto la posibilidad de cobrar, no hizo caso de las exclamaciones de la deudora y, por primera vez, Lea me costó el dinero.

Doña Beatriz, casada ya con un hombre a quien veneraba y quería, y a quien era deudora de haber salido del lugar, donde se ahogaba, y de espaciarse por grandes ciudades, limitaba su misión para lograr el engrandecimiento a servir como de espuela a la reacia voluntad de su marido; pero en Inesita, soltera y libre y llena de atractivos, que ella sabría completar y hacer valer con su prudencia, veía doña Beatriz un filón intacto aún, un minero riquísimo de todos los bienes, encumbramientos y prosperidades.

"La condesa de T *, señora a quien Clementina odiaba de muerte por un desaire que en cierta ocasión le había hecho, andaba necesitada de dinero; se lo pidió al viejo banquero Z * y éste se lo había otorgado mediante un rédito muy poco apetitoso para la deudora.

Mientras nosotros conversábamos, su rancio esposo reposaba sentado; su madre escribía a destajo. Todo lo que Cecilia decía era sencillo y natural; pero estaba impregnado de una dulzura y una melancolía realmente exquisitas. La hablé de su marido, y le tributó los mayores elogios, recordando con gratitud los títulos, la posición y la fortuna de que le era deudora.