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Se sube un poco mas y aparecen los bosques de hayas ó variedades de encinas, los matorrales interminables de avellanos silvestres y muchos otros árboles frutales resistentes, como el cerezo. Las legumbres escasean ó faltan, los trigos no medran, reemplazados por el heno; todo va cambiando de aspecto.

Lo había leído hace tiempo, y creía que el Sr. García, ya no muy joven a comienzos del siglo pasado, yacería ahora bajo su amada tierra pontevedresa, quizás alimentando con sus despojos algún castaño o algún cerezo. Pero España es el país donde no se muere nunca completamente. Al llegar a Pontevedra uno se encuentra en seguida con el Sr. García, que comienza a hablarle mal de Vigo.

Conversábamos y charlábamos; sobre todo yo que le contaba los acontecimientos de mi vida, mis pequeñas tristezas, mis ensueños y mis antipatías. ¡Oh, que tarde tan dulce, encantadora y deliciosa! De Couprat trepó a un cerezo, y el árbol violentamente sacudido dejó caer sobre mi toda su carga de lluvia.

El Bolero, que se diferencia de los anteriores por la mayor viveza de sus movimientos, de cuya particularidad viene su nombre, debió inventarse hacia el año de 1780 por D. Sebastián Cerezo, celebérrimo bailarín de aquel tiempo. Añádanse también á éstos La Jota aragonesa, que se baila por tres personas; Las Sevillanas; Las Manchegas, especie de bolero; El Chairo, etc.

Pero cuando los jazmines extienden su perfume por los alrededores, cuando las hojas del laurel cerezo nos caen sobre la cabeza, cuando los pinos sacudidos por el viento suenan como liras y cuando las velas blancas se dibujan a lo lejos sobre el mar, entonces sería preciso ser bien ciego y bien sordo para ver y oír otra cosa que el amor.

Cogió una pipa rústica, labrada por un payés en una rama de cerezo, la llenó de tabaco y comenzó a fumar, siguiendo con ojos distraídos el revoloteo de las espirales de humo, cuya azul sutilidad tomaba ante la vela una transparencia irisada. Luego buscó un libro y quiso leer, pero fueron inútiles todos los esfuerzos por concentrar su atención en la lectura.

Desde allí Palafox sostenia las esperanzas del pueblo, y formada secretamente una junta, se decretó un movimiento, cuyo principal adalid debia ser un labrador honrado y respetable, llamado Mariano Cerezo, sugeto de grande influjo y representado en la vasta parroquia de S. Pablo, ya por sus prendas, ya tambien por tener á su cargo la direccion de los riegos del Canal.

Aquí no se viene á hacer mal á nadie, sino á evitarlo; os sería doloroso querer usar del arma á vista de tanta gente.» Y volviéndose á la muchedumbre gritó, las armas, las armas que vienen los franceses á llevárselas; las armas, Señor General: y este grito fué repetido con entusiasmo hasta cerca de las once, en que presentándose los Comandantes de Miñones, D. Antonio y D. Gaspar Torres, les previno Cerezo, que si habian de esforzar su demanda para con el General pasasen adelante, ó de lo contrario le escusasen un bochorno.

A las nueve poco mas ó menos se presentó Cerezo, recorrió las filas de sus soldados ocultos, y despues dirigiéndose á la guardia les dijo: «Artilleros, con vosotros nada va; ú obrad como nosotros, ó si vuestro pundonor no os lo consiente, estáos quedos.

Veíala yo desde las ventanas de mi cuarto, sentada, con el libro o el rosario en la mano, sobre un poyo de madera adosado a un cerezo que domina el zarzal, cuyas negras ramas, cuajados de fruto, se inclinaban sobre su cabeza.