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Laura se sonrió, le miró, se confundió más, y como nadie hablara, exclamó con desesperación: ¡Dios mío! ¡Ahora supondrán que me impresiona el recuerdo de José Luis! Dejó caer los brazos. Julio, en medio de la aflicción de todos, tomó un frasco con agua de colonia que pidió a Zoraida y empapando completamente su pañuelo quiso aplicarlo a las sienes de Laura.

Tomó el rábano por las hojas, y acercándose a la rozagante alemana, cuando ella creía que le iba a revelar un secreto, a hacer alguna íntima confidencia..., la cogió por el talle y le selló la boca con un beso estrepitoso. El grito de Marta se confundió con otro de los lejanos que lanzaba la parturienta.

El último resplandor se extinguió en la habitación y el balcón del que él no separaba la mirada se confundió con todos los demás en la obscuridad. Pero la casa, invisible para los demás, no lo era para el duque, y el balcón brillaba como un sol a sus ojos iluminados. Vio a Mantoux salir de la casa, huir a través de los campos con una carrera desesperada, sin volver la cabeza hacia atrás.

Se sabe, por ejemplo, que en 1639 hizo uno del Almirante de Castilla Don Adrián Pulido Pareja: Palomino que lo vio en casa del Duque de Arcos, dice, que esta hecho «con pinceles y brochas de astas largas que usaba algunas veces, para pintar con mayor distancia y valentía; de suerte que de cerca no se comprendía y de lejos es un milagro»; añade que lo firmó en latín; y hasta refiere una anécdota, según la cual estando el cuadro puesto hacia donde había poca luz y entrando el Rey, como solía, a ver pintar a Velázquez, confundió la pintura con el hombre, preguntando al retratado: «¿Qué, todavía estas aquí? ¿No te he despachado ya? ¿Cómo no te vas? y luego comprendiendo su error dijo al artista: Os aseguro que me engañé

La mayor parte del populacho se precipitó como un torrente en pos de ellos. Aguirre se había retirado hacía más de una hora, y Ramiro, bajando del taburete, se confundió con la muchedumbre, avanzando luego, sin ideas, sin designios, cual trágico despojo que arrastran las olas.

«El Sr. de Pez me ha dicho que usted deseaba hablarme. El Sr. de Pez me escribió a Córdoba diciéndome que usted..., parece que asegura...». ¡Cosa rara! También parecía turbada la marquesa. Pero lo que más pasmó y confundió a Isidora fue no ver en la digna señora señales de enternecimiento. «Es usted, según creo dijo esta , una joven que se llama Isidora, hija de un tal Rufete...

¡La síntesis del Gólgota la representa el vespertino crepúsculo! ¡A los cansados rayos de la tarde se puso la última letra del sublime epílogo de la redención! ¡El Dios-hombre elevó á su Padre el último aliento entre el sentimiento de la naturaleza! ¡La agonía del Hijo de María se confundió con la agonía del día!...

La abuela, no queriendo interrumpir la conversación de aquellos señores, se confundió en excusas y suplicó al cura que nos dejase aprovechar sus luces comunes continuando su plática. El caballero tarro de tabaco nos fue presentado. Se llama Teodoro Baurepois y practica como especialidad la salvación de Francia.

23 De Damasco: Se confundió Hamat, y Arfad, porque oyeron malas nuevas; se derritieron en aguas de desmayo, no pueden sosegarse. 24 Se desmayó Damasco, se volvió para huir, y le tomó temblor; angustia y dolores le tomaron, como de mujer que está de parto. 25 ¡Cómo no perdonaron a la ciudad de alabanza, ciudad de mi gozo!

La señora de Laroque confundió con una mirada fulminante al desgraciado Alain, que osaba proponer á un intendente de mi especie, que había asistido á un espectáculo en casa de la gran duquesa Elena, el carricoche del padre Hivart. ¿La americana no pasaría por el camino? preguntó. ¿La americana, señora? No, á fe mía.