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Ningún tarro de dulce debe taparse hasta pasados dos o tres días de haberlos llenado. CABELLO DE ÁNGEL. Se cuece o asa la calabaza, y cuando se abre y esté bien cocida se quita la piel, poniendo los hilos en una vasija con agua fría; se tiene un día entero cambiando el agua dos veces durante las veinticuatro horas.

Ya me envían una torta de bizcocho, ya un cuajado, ya una pirámide de piñonate, ya un tarro de almíbar. Los obsequios que me hacen no son sólo estos presentes enviados a casa, sino que también me han convidado a comer tres o cuatro personas de las más importantes del lugar. Mañana como en casa de la famosa Pepita Jiménez, de quien Vd. habrá oído hablar sin duda alguna.

Novillo, a tientas, abrió el maletín; extrajo de él un tarro que había sido de aceitunas y que estaba lleno de agua clara; se sacó con disimulo la dentadura postiza y la metió en el tarro. No podía dormirse con aquellos dientes ajenos, porque le mordían, a pesar suyo, la lengua, como si el antiguo propietario viniese, a favor de las tinieblas del sueño, a vengarse del macabro usufructo.

Esta reciente información me la envió hoy su excelencia el príncipe Tong, con un delicioso tarro de compota de exquisitos almíbares.

Es mejor hacer pitillos que encajes, chica. ¡Fumar, siempre fuma la gente; pero los encajes en invierno... es como vivir de coser telarañas! Y levantándose, cogió un tiesto que estaba en la ventana y lo entregó a Amparo. Toma, me alegro de que vinieses... cuídame mucho la malva de olor, que por el camino tengo miedo de que se rompa el tarro.

Aprovechando un instante en que el mayordomo sale de casa para dar otra vuelta por la cuadra, examina las alforjas, que ya tenía preparadas, mete la mano en ellas y tropieza con algunas libras de chocolate, dos botellas de vino de Jerez y un tarro de cabello de ángel, lo más exquisito que ella misma había fabricado aquel año. Su alarma crece.

Y le condujo al comedor, que estaba cerca, y le hizo sentarse a la mesa. Después sacó de un armario cubierto, servilleta, pan, vino, un plato de pavo en galantina y un tarro de dulce, y se lo fue colocando delante, uno en pos de otro, con el sosiego y compás que caracterizaban todos sus movimientos. Coma usted, señor marqués; coma usted.

Muy ocupado en hablar de buenas obras con un caballero bastante feo, que parecía un tarro de tabaco, el cura nos acogió, sin embargo, con una alegría muy halagüeña... Evidentemente no había la menor mala intención en aquellos ojos eternamente maliciosos ni en aquella risa tan franca.

El novio, cada vez más sofocado, gritaba con acento colérico: ¡Dejarlo!... ¡dejarlo! Se le ha destapao el tarro, y hasta que eche toda la bilis no callará. Velázquez se había aproximado para gozar de la guasa, dejando sola á María-Manuela á la ventana. Antoñico, se levantó de la silla donde estaba cerca de Soledad y, dando una vuelta con disimulo al aposento, se acercó á su antigua querida.

Un hombre con alma de artista ha pasado muchos años tallando esas maderas, el tiempo cariñoso ha venido a contemplar su obra, comunicándoles el tinte opaco y lustroso, el aspecto de vetusto que las hace inimitables... ¡para que un cura imbécil y colorista arroje sobre ellas un tarro de añil diluido, encontrado en un rincón de la sacristía!