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D.ª Robustiana, temiendo que llegue su marido, la toma de la mano y la conduce al cuartito que ocupaba la zagala, y allí desahoga en ella su pecho. «¡Un tarro de dulce! ¡tres libras de chocolate! ¡botellas de JerezSeñora, ya sabe usted que el chocolate es malo en las posadas. ¿Y para qué quiere tres libras? No sabrá el tiempo que necesite permanecer en Langreo.

Un tarro de betún superior cada quince días no era bastante para el consumo de sus botas, gastando mucha parte de la mañana y de sus fuerzas físicas en ponerlas relucientes como un espejo, y aun así no estaba contento.

Sólo por prurito de hacer hipérboles podía darse este nombre al mezquino aguaducho, consistente en media docena de botellas, un gran tarro de cerezas en aguardiente, caja de latón con delantera de vidrio, medio llena de bollos y azucarillos, y un par de botijos de agua de la Arganzuela. Tenía mucho sueño dijo Romualda . Anoche me tuvieron en vela esperando a padre López, que vino entre dos luces.

Entraron otra vez en la sala y, tentando el suelo, tropezaron con el tarro de la ginebra, que no estaba agotado por completo. Dieron con las copas y se escanciaron todo lo que había. Acto continuo salieron a la calle. El pavimento de gruesos guijarros estaba mojado. Caía una lluvia menudísima, tan espesa que en poco tiempo calaba la ropa como el más fuerte aguacero.

En una gran sala de la casa solariega de los Oscos, amueblada con cuatro trastos viejos, tapizada con dos dedos de polvo, se encuentran sentados a una antigua mesa de roble dos conocidos personajes de esta historia. Uno es el propio barón, dueño de la casa. El otro, su amigo Fray Diego. Tienen delante un tarro de ginebra vacío, otro a medio vaciar y sendas copas.

Tiene aire de tonto, pero lo es, continuó Tadeo; nació en San Pedro Makati y se priva de muchas cosas; no se baña casi nunca ni prueba el cerdo porque, segun él, los españoles no lo comen y por la misma razon no toma arroz, patís ni bagoon, aunque se muera de hambre y se le haga agua la boca... Todo lo que venga de Europa, podrido ó en conserva, le sabe á cielo y hace un mes Basilio le salvó de una feroz gastritis: ¡se había comido un tarro de mostaza para probar que es europeo!

Don Andrés contemplaba sobre el mármol de la mesa el recado de escribir; la cartera de roto hule y el mísero tarro de tinta, golpeándolos con el rabo de la pluma, una pluma de café, engrasada, torcida de puntas, instrumento de tortura para desesperar la mano. Falta una hora para el tren. Rafael, hombre; aún es tiempo. Vente y remediaremos esta chiquillada.

La abuela, no queriendo interrumpir la conversación de aquellos señores, se confundió en excusas y suplicó al cura que nos dejase aprovechar sus luces comunes continuando su plática. El caballero tarro de tabaco nos fue presentado. Se llama Teodoro Baurepois y practica como especialidad la salvación de Francia.

¡Jesús, hijas!... ¡Qué perfume!... ¡Qué horror! exclamó la baronesa . Beatriz, en seguida mi tarro de sales; luego, que estas señoritas te den sus redes y llévalas a la cocina. Perdone usted, tía dijo el marqués de Pierrepont, tomando vivamente aquellos artefactos ; las voy a llevar yo.

Tardó poco la mozuela, que no se llamaba Amarilis, ni Mirtale sino Pepa, en traer un tarro de miel, un queso, pan moreno de la tierra y vino de Castilla. La miel era de las colmenas que cerca de la casa poseía D. César.