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Actualizado: 3 de junio de 2025


Además, acabaría por enfermar en esta casa de Chanzelles; son lúgubres a desesperar, desde que la enfermedad ha entrado en la casa y la ruina la amenaza. Cuando he pasado una hora allí siento que me salen canas. Hasta por la misma María Teresa es mejor que durante algún tiempo la vea menos a menudo.

Se ve cuán profundo era el pensamiento de lord Acton, el famoso católico inglés, cuando decía, en referencia al gran pontífice que dejó nacer y crecer al modernismo: "Pienso que León XIII es el primer Papa que haya sido bastante sabio para desesperar, y sentido que debía empezar una nueva partida y gobernar por extrañas estrellas sobre mares desconocidos".

Si en general los saltimbancos innumerables de las calles no inspiran sino desprecio por su desvergüenza en escamotar, y si los mil y mil vagamundos de órgano berberisco llevan su impertinencia hasta hacer desesperar, hay entre las muchas clases de artistas y pobres ambulantes una que suele inspirar simpatías al viajero: es la de los músicos.

Además debía ser linda, distinguida, bien educada, obediente y piadosa. Huberto, que trataba a muchas señoritas, comenzaba a desesperar de encontrar la mujer soñada por su madre, cuando, en Etretat, halló este ideal en María Teresa.

Procede, pues, que yo me aparte del mundo y busque el favor del cielo. Ya sabes cuánto he repugnado hasta aquí entrar en religión. No me juzgaba merecedora de ser esposa de Cristo. En esto no he variado, sino para juzgarme aún menos merecedora. En lo que he variado es en reconocer que, por mala que sea una persona, jamás debe desesperar de la bondad de Dios.

Lo han nombrado para suceder a lord Tofán en Estrelsau. No podías desear mejor destino fuera de París. ¡Estrelsau! ¡Tate! dije mirando a mi hermano de reojo. ¡Oh! ¡Eso no importa! continuó Rosa impaciente. Conque ¿vas o no? No, creo que no. ¡Eres capaz de desesperar a un santo! No creo deber ir a Estrelsau, querida Rosa. ¿Te parece que sería... conveniente?

A custodia matutina usque ad noctem speret Israel in Domino confirmó don Sabas , sin contar con lo que tengo dicho y no me cansaré de repetir: est Deus in nobis; y por eso no hay que desesperar de nada que sea honrado, conveniente al hombre de bien y conforme a la santa ley de Dios.

Mi actitud debía demostrar, sin embargo, lo que ocurría en mi interior. ¡Demasiado tarde!... Podemos sufrir y aceptar el sufrimiento; podemos desesperar y vivir en la desesperación, pero ante la idea de que la felicidad hubiera sido para nosotros; de que la fortuna ha pasado a nuestro lado; de que para obtenerla sólo teníamos que extender la mano, que decir una palabra, y que hemos retirado la mano, y proferido ¡demasiado tarde! la palabra; ante esa idea el corazón cesó de latir...

¡Estar a su lado y no poder tomarle la mano! ¡Recordar lo pasado y desesperar de vivir otra vez una sola de sus horas!... ¡Tanto como pasaba por , y nada podía decir! La soberbia me contenía aún y también otro motivo menos mezquino. Yo me encontraba ya en la pobreza, ella era rica: ¿hablarle de mi amor, no podía ser una mentira sugerida por el cálculo?... Un día hablé.

Pero los más reconocían que la justicia se encontraba en presencia de uno de aquellos casos dudosos de cuya solución hay que desesperar hasta que alguna circunstancia inesperada viene a aclararlos, y que con mayor frecuencia permanecen irresolutos para siempre. La noticia de que por fin se había encontrado a Ana, llevó la curiosa expectación al grado de la fiebre.

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