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Actualizado: 3 de junio de 2025


Yo algunas veces, por desesperar a doña Romualda, que es la directora de mi colegio, le decía: De mejor gana aprendería con el Padre Urtazu, que con usted. ¡Y ahora pronunció Artegui, con la brutal curiosidad de unos dedos que abren a viva fuerza un capullo de flor , sería usted más feliz que nunca! ¡Digo! ¡Casarse nada menos!

Bien pueden, para realzar su crédito y levantar su autoridad, reunirse en Junta y colmarle de vítores y aplausos; pero tan entusiasta patriotismo recordará involuntariamente el del Senado romano cuando, después de la batalla de Cannas, dió fervorosas gracias al cónsul Varrón porque no había desesperado de la salud de la patria. Yo no quiero desesperar, ni desespero tampoco.

Están bien, señor; no se puede decir que están mal... ¡Ah! si su espíritu estuviese lo mismo... ¡Pero no lo está! no, no lo está. En fin, Giraud, no hay que desesperar. ¿Quién sabe? Todo puede cambiar. ¡Oh! no, señor; no hay esperanza alguna... Pero, con su permiso, si el señor quiere servirse entrar, iré á anunciarle á las señoras.

Y le querrá a usted todavía. ¿Por qué desesperar? Lacante movió la cabeza sin responder. ¿No sería un extraño desquite de la niña abandonada el haber venido a casa de su padre para morir en ella, dejándole un eterno pesar? Encontré en la calle a mis amigos, que me estaban esperando para asaltarme con sus preguntas.

Esta conducta acabó de desesperar á Candido; y aunque á la verdad habia padecido otras desgracias mil veces mas crueles, la calma del juez y del patron que le habia robado le exâltaron la cólera, y le ocasionáron una negra melancolía. Presentábase á su mente la maldad humana con toda su disformidad, y solo pensamientos tristes revolvia.

Si, por desdicha, la Humanidad hubiera de desesperar definitivamente de la inmortalidad de la conciencia individual, el sentimiento más religioso con que podría substituirla sería el que nace de pensar que, aun después de disuelta nuestra alma en el seno de las cosas, persistiría en la herencia que se transmiten las generaciones humanas lo mejor de lo que ella ha sentido y ha soñado, su esencia más íntima y más pura, al modo como el rayo lumínico de la estrella extinguida persiste en lo infinito y desciende a acariciarnos con su melancólica luz.

Ella se siente tan segura de su influencia, que nunca llega á desesperar. Tiene en París muchas amistades; le quedan muchas relaciones de familia. Se estremeció al pronunciar la última palabra. ¡La cárcel!... ¿Ves , Manuel, á un Torrebianca en la cárcel?... Antes de que eso ocurra, apelaré al medio más seguro para evitar tal vergüenza.

Vinieron a pedir su mano cientos, millares de príncipes más o menos desocupados. Pero ella leyó siempre en sus almas jactancias y ambiciones, llegando a desesperar de que pudiera hallarse un alma verdaderamente hermosa... Como rechazara uno por uno los candidatos, su padre insistió: ¿En qué piensas, Cristela, que por nadie te decides?...

Vamos a ver, ¿cuánto debes? Mucho, tía, muchísimo, ¡qué yo! Pero, dime... aproximadamente. Mucho, ¡muchísimo! repitió el joven. ¿Qué iba a hacer al día siguiente? Porque todos los recursos de que podía disponer, los había probado, y todos fracasaron. ¿Cómo no estar, pues, de mal humor? ¿cómo no desesperar de su suerte y de la vida?

No tiene aspecto muy sólido, pero sin embargo es bastante bueno. He realizado el sueño de mi vida. Nunca se debe desesperar de nada, hijita, nunca. Mirábalo yo, un tanto desconcertada, porque no podía negarme que mi imaginación me había representado un púlpito, como algo de grande y monumental.

Palabra del Dia

rigoleto

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