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Con esta puerta se liga una anécdota, que pinta a lo vivo el carácter de los nobles sevillanos de aquel tiempo. Era en 1540. Por ella salían los sevillanos para ir a socorrer a Gibraltar. Don Rodrigo de Saavedra llevaba el pendón de la ciudad; pero la puerta de entonces era tan baja, que el pendón no podía pasar sin inclinarse.

Cuéntase la anécdota de que Morales, al llegar á Madrid con su mujer, le recitó un soneto patético para prevenirla contra los peligros de su residencia en la corte, y que además le dió un palo en la cabeza para esforzar más sus exhortaciones.

Todo el terreno circunvecino está cuajado de escombros, y cada vez que el arado pasa por allí arranca de entre la tierra algun músculo marmóreo de esa civilizacion romana inhumada por los siglos allí. La mencion de esas ruinas me hace recordar una anécdota de viaje.

Así se ha generalizado la anécdota de que estando Atahualpa en la prisión de Cajamarca, uno de los soldados que lo custodiaban le escribió en la uña la palabra Dios.

La noticia que doy de que Lope se casó con Isabel de Urbina, inmediatamente después de su vuelta de Inglaterra, se ve confirmada por la siguiente anécdota, por otra parte, insignificante, que cuenta en una carta sin fecha, porque no es posible suponer que, en caso contrario, refiriera de mismo lo que dice: «Quiero contarle á V. E. un cuento, y es, que llegando yo mozuelo á Lisboa quando la jornada de Ingalaterra se apasionó una cortesana de mis partes y yo la visité lo menos honestamente que pude.

Nuestro Lope recibió su primera instrucción en las escuelas de Madrid. Montalván refiere una anécdota que caracteriza el genio inquieto de este mancebo. Arrastrado de su deseo de ver el mundo, huyó de la capital en compañía de uno de sus amigos, que se llamaba Hernán Muñoz.

La anécdota, contada por Zurita, es la siguiente: «Los habitantes de Montpellier, ciudad que había pasado al dominio de D. Pedro II de Aragón, por su casamiento con la condesa María, estaban afligidos de la indiferencia que el Rey mostraba á su esposa, viendo que de este modo se frustraban sus esperanzas de tener descendencia de esta señora.

Nosotros, que gustamos de todo lo que es grande, aunque sea una ira real, hemos referido esta anécdota, porque los pájaros verdaderamente negros, esto es, los que tienen emponzoñada la lengua y la pluma, se han vengado después, valiéndose siempre de sus armas usuales, el ardid y la calumnia; y han calumniado al infortunio. ¡Pobre don Pedro! Acaso fue malo, porque fue desgraciado.

Ellos riñen en el interior como perros y gatos, pero le dejan a uno en pazLa muchacha de la risa aguda rió de nuevo y el campesino comenzó a contar otra anécdota, diciendo: No estuvo mal tampoco la manera como Fernando deshizo la boda entre un zapatero rico de Tolosa y una novia suya. A ver, a ver cómo fué dijeron todos.

De su aptitud especial para las personificaciones y abstracciones, da testimonio la divertida anécdota de la guerra de D. Carnaval con dama Ayuno.