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Actualizado: 13 de junio de 2025
Decía el cura Fernández, que conoció y trató á D. Fadrique, y de quien sabía muchas de estas cosas mi amigo D. Juan Fresco, que D. Fadrique refería con amor la anécdota del bolero, y que lloraba de ternura filial y reía al mismo tiempo, diciendo mi padre era un vándalo, cuando se acordaba de él, dándole de latigazos, y retraía á su memoria á las damas aterradas, sin dejar una de ellas de tocar la guitarra, y á él mismo bailando el bolero mejor que nunca.
Y hace ocho días añadió el profesor de Derecho que se ha abonado a la orquesta. Sí, me gusta reírme, y a eso vengo aquí, donde se ven y se oyen las cosas más extrañas del mundo. Estos señores lo saben todo, todo lo conocen... No hay una sola localidad de la que no me hayan referido una anécdota interesante.
Vicente Domingo, gracioso muy popular, de quien se cuenta esta anécdota: «Había sido antes trompeta en el ejército español, y conservaba siempre afición á este instrumento: estando en el campo en una ocasión con una compañía de comediantes, vieron á lo lejos una partida de ladrones; Domingo aconsejó á sus compañeros que, con sus caballos y mulas, figurasen una tropa de soldados, y él tocó en seguida marcialmente la trompeta, asustando á los salteadores, que se pusieron en fuga.»
A los oídos de D. Peregrín llegó el rumor, se detuvo un instante y dirigió una mirada cobarde a Consejero. Después prosiguió con decisión su anécdota.
La conclusión y la sonrisa eran lo único que no se iba modificando lentamente en la interesante anécdota. O porque ya la hubieran oído muchas veces o por no tener el espíritu bien dispuesto para esta clase de confidencias administrativas, es lo cierto que muy pocos eran los tertulios que atendían. Hablaban los unos con los otros en parejas o en grupos de tres y de cuatro.
El escritor antes citado refiere á este propósito la siguiente anécdota: Un poeta de mucho talento había escrito una comedia, que había sido admitida en el teatro, y de cuya representación se habían encargado los actores más notables; dudaba, sin embargo, de su éxito, y resolvió, temeroso de la insolencia del patio, hacer una visita al Sr. Sánchez para atraerlo previamente á su partido.
El antiguo emigrado de Lóndres tenia razon. El elector de bronce, aquella grande historia, lo nombró diputado primero, presidente de la república despues, emperador más tarde. No niego lo que este emperador haya podido hacer; pero creo que el otro emperador, el ELECTOR de la columna de Vendome, ha hecho mucho más. Vamos á la anécdota del general Welington.
Dícese que Al-hakem, que era aficionado á la astrología y á la adivinacion, reconoció en Almanzor á su sucesor en el poder por el color moreno de sus manos; con lo cual el inventor de esta anécdota quiso sin duda dar á entender que el último Umeya de talento habia presentido con solo ver á Almanzor la estincion de la dinastía asiática y el futuro predominio de las razas africanas en Andalucía.
Veamos les dije; ¿quién de estos señores, que todo lo saben, nos dará la clave de este enigma? ¿Quién nos podrá contar la historia de ese palco misterioso? Todos permanecieron silenciosos, hasta el profesor, el cual, pasándose una mano por la frente como procurando recordar la anécdota, hubiera concluido probablemente por inventar una; pero el notario no le dio tiempo para ello.
Palabra del Dia
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