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¿Pero cree usted, argüian los otros, que la estátua de Bonaparte debe servir de adorno en la escalera de Welington? La estátua está en donde debe estar, repetia el viejo general; no puede estar más que en la escalera, y volvia á bajar la frente. Pero ¿por qué no puede estar en otra parte que en la escalera? Porque no cabe por las puertas de mi casa.

Esta buena expresion de Welington hubo de inspirar á uno de nuestros compañeros de expedicion, el cual dijo: esa columna es un digno pedestal de aquella estátua. Realmente, Napoleon no necesitaba menor cimiento. Subimos á nuestro carruaje, y á los veinticinco ó treinta minutos estábamos en el bosque de Bolonia.

El antiguo emigrado de Lóndres tenia razon. El elector de bronce, aquella grande historia, lo nombró diputado primero, presidente de la república despues, emperador más tarde. No niego lo que este emperador haya podido hacer; pero creo que el otro emperador, el ELECTOR de la columna de Vendome, ha hecho mucho más. Vamos á la anécdota del general Welington.

De la una es héroe el actual emperador de los franceses; de la otra, el general Welington. La de Napoleon III es la siguiente. Cuando, ocurrido el movimiento de 1848, vino á Paris el actual emperador, se hospedó en una fonda que hay en la Plaza de Vendome.

Efectivamente, la estátua se hizo, y el general inglés la colocó en el primer rellano de la escalera de su casa. Varios amigos del general, sorprendidos de que dejase la estátua en la escalera, pretendieron hacerle ver que aquello no era decoroso, porque podria entenderse que queria desairar la memoria del héroe. La estátua está en donde debe estar, contestó Welington, y bajó la cabeza.

La primera estátua de Bonaparte, que servia de remate á la columna, se bajó en 1815, y su bronce sirvió para fundir la estátua de Enrique IV, que decora hoy el puente Nuevo. Pues dicen que, al ver el general Welington aquella estátua de Napoleon I, concibió la idea de mandar hacer otra estátua de aquel personaje.

Muchas veces vemos que la flor más brillante, es la que oculta con sus frescos tallos á la serpiente más venenosa. Si su conciencia es como su cintura, casi me atrevo á presagiar que verá el reino de los cielos; aunque se ven frecuentemente cinturas muy estrechas con conciencias muy anchas. =Dia trigésimo cuarto=. La columna de Vendome. El balcon de la fonda. Dicho del general Welington.