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Poco á poco, aunque no con mucha lentitud, los trabajos de Ester se fueron haciendo de moda, como hoy se dice, ya por compasión hacia una mujer cuyo destino había sido tan desgraciado, ya por la mórbida curiosidad que da un valor ficticio á cosas comunes ó que no tienen ninguno, ya porque entonces, como ahora, se concediera á ciertas personas, por cualquiera razón, lo que otros solicitan en vano, ó porque Ester llenara realmente un vacío que se dejaba sentir; es lo cierto que halló frecuente empleo para su aguja, y bien remunerado.

¡Oh si á mi pluma concediera el cielo En esto lo que vello en mi persona! ¡Oh si así como la gran batalla Supiera describilla yo y cantalla! En una carta dirigida á su hermano, fechada en Milán en 1605, habla Virués muy prolijamente de un viaje de Milán á Flandes, que hizo al frente de un destacamento. Lo mejor y más animado es la descripción del paso de San Gotardo.

Al poco tiempo, llegaron tropas americanas y con ellas el General Merrit, presentándose al Gobierno Dictatorial el Secretario del almirante con dos jefes para pedir que se les concediera ocupar nuestras trincheras de Maytubig, desde la playa hasta el camino Real, donde se unirían en cordon con las tropas filipinas que ocupaban Pasay y Singalong; á lo que también accedí, debido á las solemnes promesas del repetido almirante y naturales esperanzas de ellas nacidas sobre el apoyo y reconocimiento de nuestra Independencia.

De vez en cuando la acercaba a los labios y tragaba parte de su contenido alzando en seguida los ojos y exclamando interiormente: «¡Dios mío, que pase de este cálizTal vez que otra posábalos también con inefable serenidad en sus verdugos, expresándoles de una manera conmovedora que si Dios les perdonaba su crueldad, ella, por su parte, no tenía inconveniente en otorgarles un amplio y generoso perdón; aunque mucho dudaba que el Supremo Hacedor se lo concediera.

Nela, compañera mía, si fuese verdad, si Dios quisiera tener piedad de y me concediera el placer de verte.... Aunque sólo durara un día mi vista, aunque volviera a cegar al siguiente, ¡cuánto se lo agradecería! La Nela no decía nada. Después de mostrar exaltada alegría, meditaba con los ojos fijos en el suelo.

¿De España decís? ¡Ah! Infortunada expedición en la que tantos bravos ingleses han sacrificado las vidas que Dios les concediera. Hoy mismo he dado mi bendición á una noble dama que ha perdido cuanto amaba en esa cruel y lejana guerra. ¿Qué decís? preguntó Roger con vivo interés.

Su carácter sufrió un cambio radical: mostrándose afectuoso con su madre y con Benina, resignábase a no tener más dinero que el poquísimo que le daban, y hasta en su lenguaje se conocía el trato de personas más honradas y decentes que las de antaño. Esto fue parte a que Doña Paca le concediera el consentimiento, sin conocer a la novia ni mostrar ganas de conocerla.

El Hospital de Teruel situado en la plaza de San Juan, frente a la antigua casa de los barones de Escriche, fue en un principio una casa destinada a los leprosos, con la denominación de San Lázaro, fundada por algunos vecinos de Teruel, antecesores de Magdalena de la Cañada, quien, habiéndola habitado desde la niñez, y gobernádola y servido con su persona y bienes, trató después de elevarla a hospital impetrando con este objeto de D. Alonso el IV, le concediera para y los suyos, el derecho privativo sobre la mencionada casa de San Lázaro, el privilegio perpetuo de administración y todos los derechos del hospital, gracia que le fue concedida por el monarca en Teruel a 16 de Marzo de 1333.

Las de Mayo eran niñas, éstas son damas, y en sus abiertas hojas ahuecadas, blandas, puras, tenues, hay no qué magistral arte del mundo. Si Dios les concediera un soplo más de vida, uno no más, hablarían seguramente; pero más vale que estén mudas. Una gracia infinita, una delicadeza incomparable, una hermosura ideal, hacen de esta flor la sonrisa de la Naturaleza.

Pero la dama, como si no advirtiera su turbación ni concediera importancia a sus propias palabras, saltaba inmediatamente a otro asunto. Parecía que tenía gusto en sofocarle, en mantenerle agitado y trémulo. Y en las miradas fugaces que de vez en cuando le lanzaba reflejábase un sentimiento de superioridad, la benévola ironía del que está jugando a otro una burla que ha de terminar en bien.