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Pintaba sus mejillas el abrasado calor de la fiebre; sus brillantes ojos aún eran hermosos, su boca sonreía dulcemente aún, pero en los hoyos de aquellas mejillas demacradas estaban sepultados los graciosos hoyuelos de antaño y los labios se entreabrían para facilitar la respiración fatigosa exponiendo los blancos dientes, más aún de lo que acostumbraba hacerlo en tiempos ya lejanos.

Ningún epílogo, podía ser, pues, más americano que el de Angelina. Americano, aún cuando fuera antaño europeo también. Traducida en la actualidad, haría sonreir.

Y usted no habrá querido exponerse a eso. El señor Le Bris enrojeció a su pesar, porque la duquesa decía la verdad; pero salió de aquel mal paso haciendo el elogio de don Diego. Le pintó como un noble corazón, un caballero de antaño perdido en nuestro siglo. Puede usted creer, señora duquesa, que si nuestra querida enferma llegase a salvarse, lo debería a su marido.

Guerras honrosas, señor, eran las de antaño, cuando se ganaban reinos a punta de espada, repuso el espadero; pero no éstas en que todo se logra o se pierde por achaques de doblones. ¿Cree acaso vuesa merced que los tercios van agora a la guerra por la gloria o por hacer triunfar nuestra santa religión? Hoy día, como hago yo decir al soldado de un entremés, que ha poco compuse...

«, , él también era hombre, podía ser rival, ¿por qué no?». No se conocía; se paseaba por el gabinete como una fiera en la jaula; comprendía que en aquel momento diría todo lo que le sugiriese la pasión exaltada, el amor propio herido.... Después le pesaría de haber hablado... pero no importaba, ahora quería desahogar. «¡Ay! no era el Fermín de antaño».

Sacó Sancho cuatro cuartos de la faltriquera y dióselos al mochacho por la jaula, y púsosela en las manos a don Quijote, diciendo: -He aquí, señor, rompidos y desbaratados estos agüeros, que no tienen que ver más con nuestros sucesos, según que yo imagino, aunque tonto, que con las nubes de antaño.

Parecían aclamaciones a la patria, vivas contestados con hurras. Después dio media vuelta y marchó delante. Era esa caricatura militar de antaño que se llamaba tambor mayor. El viento le despeinaba las plumas, y al arrastrar las alas y dar el estornudo era el puro emblema de la vanidad. No le faltaban más que las cruces, la palabra y la edad provecta para ser quien yo me .

Amaury la estaba contemplando y no acertaba a reconocerla. Era una hurí, una musa, un hada, que aparecía de pronto ante sus ojos. Consistía esto en que antaño, cuando Antoñita estaba cerca de Magdalena, la miraba raras veces y sin ninguna atención. Por su parte, Antoñita le encontraba muy cambiado, quizá mejorado.

Profesiones de Antaño Tan radical ha sido la transformación experimentada en la vida pública ó privada de los españoles durante el espacio de cuatro siglos, que, cuesta hoy trabajo creer en la existencia de algunos.

FERRANDO. Y que está tan enamorada de aquel trovador que en tiempos de antaño venía a quitarnos el sueño por la noche con su cántico sempiterno. GUZMÁN. Y que viene todavía. JIMENO. ¿Cómo! ¿Pues no dicen que está con el Conde de Urgel, que en mala hora naciera, ayudándole a conquistar la corona de Aragón? GUZMÁN. Pues a pesar de eso...