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El fogón de la nave era llamado «la isla de las ollas» por su gran número, pues cada grupo cuidaba de la suya. Y cuando llegaba la hora de la comida, los mismos pajes que acababan de tender para los marineros un mantel en el suelo, con platos de madera, daban a gritos la señal. Tabla, tabla, señor capitán, piloto, maestre y buena compaña. Tabla puesta, vianda presta.

Esto, naturalmente, desesperó á la mujer, que debía estar muy prendada de su hombre, del que no le era fácil pasarse sin su compaña, por cuanto comenzó á hacer muchas y muy activas diligencias sobre el paradero del desenamorado esposo, y viendo que sus pesquisas no le daban resultado, consultó á varias amigas, las cuales la informaron que para que volviese al hogar el marido, no tenía sino que consultar con una famosa hechicera que era especialista en tal linaje de asuntos.

Todo lo que beba miloro y la compaña lo pago yo, que aquí está un caballero pa otro caballero. El tío Lombrijón era un viejo robusto y poderoso, de voz bronca y gestos gallardos y caballerescos. Era traficante en vinos y gozaba opinión de hombre rico, así como de gran galanteador y mujeriego, a pesar de la madurez de sus años.

Está el cuitado como adolecido desde que tuvo el primer anuncio, que fueron las luces de la Santa Compaña. ¿Vió a la Santa Compaña? la vió.... Era una hueste muy luenga de ánimas en pena, todas vestidas de blanco. Pareciósele de noche en el Campo de la Iglesia. ¡Allá, en Viana!

-Virtud es -respondió Sancho- conocer esas yerbas; que, según yo me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento. Y, sacando, en esto, lo que dijo que traía, comieron los dos en buena paz y compaña. Pero, deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida.

Miguel planteó al fin el problema que bullía en su cabeza: el de ir a pasar un rato en buen amor y compaña a cualquier parte. La generala soltó bruscamente la mano que le tenía cogida, y echó atrás la cabeza con manifiestas señales de hallarse gravemente ofendida.

No debemos creer en aparecidos ni en brujerías. ¡Si yo no creo! repuso la señorita riendo nerviosamente . ¿Usted se figura que soy como el ama, que dice que ha visto en realidad la Compaña, con su procesión de luces allá a las altas horas?

Casi celebraba esta ruina que le había desarraigado de la tierra paterna. ¿Quién podía saber lo que le esperaba al otro lado del Océano?... Abandonando el grupo del Morenito, avanzaron hacia la proa Maltrana y Castillo. Una voz quejumbrosa les hizo detenerse. ¡Don Isidro!... ¡Buenas tardes, don Isidro y la compaña!

Tendieron la arpillera del primo sobre la verde yerba, acudieron a la despensa de sus alforjas, y, sentados todos tres en buen amor y compaña, merendaron y cenaron, todo junto. Levantada la arpillera, dijo don Quijote de la Mancha: -No se levante nadie, y estadme, hijos, todos atentos.

Entre los maizales brillan las luces de la Santa Compaña. El Caballero siente erizarse los cabellos en su frente, y disipados los vapores del mosto. Se oyen gemidos de agonía y herrumbroso son de cadenas que arrastran en la noche oscura, las ánimas en pena que vienen al mundo para cumplir penitencia. La blanca procesión pasa como una niebla sobre los maizales.