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Gustavo Núñez asomado a la ventanilla les vio alejarse en esta forma para montar en el landau que les aguardaba. En los ojos expresivos del pintor se pintaban al mismo tiempo diversos sentimientos; la cólera, el deseo, la amenaza, la burla. Mientras tanto Clara y Tristán caminaban en amor y compaña la vuelta del Sotillo a campo traviesa. Dejando los caballos al paso conversaban animadamente.

Y la compaña les reñia que callaššen mas ellos clamavan mas, diziendo, Señor, Hijo de David, ten mišericordia de nošotros. Entonces Iešus aviendo mišericordia de ellos tocò los ojos deellos, y luego šus ojos recibieron la višta, y šiguieronlo. Y Como še acercaron de Ierušalem, y vinieron

Salen dos hidalgos a tomar el sol muy embozados en sus capas, y se encuentran al revolver de una esquina. «Hola, compadre, dice el uno: ¿cómo vamos?» Y el otro contesta: «Trampeando: ¿y V., compadre?» «Trampeando, trampeando tambiénreplica el que hizo la pregunta. Así nada tienen que echarse en cara, y se van juntos de paseo, en buen amor y compaña.

Me va a recibir con risa. Va a soltar una sonora carcajada al ver mi inquietud. Es evidente... ella me ha enviado el libro para que yo acuda a la cita algunas horas antes... impaciente de verme... deseosa de que pasemos todo el día en amor y compaña. Fueron, no obstante, inútiles todos estos discursos del Vizconde. No consiguió tranquilizarse.

Cuidado que.... Allí... contestó él echando los bofes, tal era su sobrealiento... allí... porque no te vinieses sin compaña... allí... ¡yo me entretuve con el vapor de la Habana, que salía... más bonito, conchas!, ¡humo que echaba! ¿Por dónde viniste que no te vi? Por donde me dio la gana, ¡repelo!

Cuando le sirvieron el vino, el rústico artista dijo cortésmente: «¡A la salud del señor abade y la compaña!» y, después de echárselo al coleto, aún murmuró con mucha política, pasándose el revés de la mano por la boca: «De hoy en veinte años, señor abade». Las libaciones consecutivas no fueron acompañadas de más fórmulas de atención.

Rióse el lacayo, desenvainó su calabaza, desalforjó sus rajas, y, sacando un panecillo, él y Sancho se sentaron sobre la yerba verde, y en buena paz compaña despabilaron y dieron fondo con todo el repuesto de las alforjas, con tan buenos alientos, que lamieron el pliego de las cartas, sólo porque olía a queso. Dijo Tosilos a Sancho: -Sin duda este tu amo, Sancho amigo, debe de ser un loco.

Y Iešus llamando šus Dišcipulos, dixo, Tengo mišericordia de la compaña, que ya ha tres dias que perševeran conmigo, y no tienen que comer: y embiarlos ayunos, no quiero; porque no dešmayen en el camino. Y Iešus les dize, Quantos panes teneys? Y ellos dixeron, Siete, y unos pocos de pecezillos. Y mandó

Agua usada para el señor capitán y maestre y buena compaña. ¡Viva, viva el rey de Castilla por mar y por tierra! Y quien le diere guerra, que le corten la cabeza. Y quien no dijera amén, que no le den de beber. Tabla en buena hora, quien no viniere que no coma.

Conque se dispusieron convenientemente dos o tres veladores lo más lejos que se pudo de los reverberos del billar que apestaban a petróleo; se pidió perdón a Nieves porque no olieran a cosa mejor, y se sentaron todos «en dulce amor y compaña», devorando a Nieves con los ojos los dos abogadillos; no sabiendo Leto Pérez dónde fijar los suyos con entera seguridad de no ser aludido por nadie, para evitarse la angustia de hablar delante de tan señalados huéspedes, y muy arrepentido el fiscal de haber puesto motes a aquel señor que, aunque tuerto, le parecía una excelente persona y era padre de la chica más guapa que había visto él de cerca en todos los días de su vida.