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El padre de Echeloría, que no tenía nada de lerdo, notó en seguida el amor de la muchacha y procuró acabar con él, porque el primito no poseía otro patrimonio que su apasionado corazón; pero Echeloría estaba prendada de veras, y el padre, que en el fondo era un bendito, se avino y se resignó al cabo a que Mutileder aspirase a ser su yerno.

Padecer por él, llorar por él, verse condenada por él a soledad horrible y a viudez prematura, es sacrificio santo que hago en aras de su amor y que encierra una virtud beatificante. estás más prendada de su doctrina que de su persona. Yo adoro su persona, y en parte desecho su doctrina. Por amor suyo la desecho.

Pasaré aquí de largo, a fin de que nadie tilde de licencioso este escrito, sobre las infernales artes con que La Caramba, industriada por los tres libertinos, excitado su amor propio, anhelante de la victoria, y prendada además de la gallardía e inocencia del casto mozo se esforzó por avasallarle y rendirle a todo su talante.

Tan convencida quedó la Caramba de la sinceridad de D. Jacinto y tan prendada de las dulces palabras con que él mitigó la amargura de su desdén, que el vicioso prurito con que ella acudió a seducirle, se transformó en verdadera y profunda pasión amorosa.

Como la dama de No hay cosa como callar, Trini ha sido víctima de la violencia de un hombre; pero, con igual honradez y delicadeza que la dama, si Trini no concede su amor a ningún otro galán, por considerarse deshonrada, todavía es muy superior a la dama, porque se enamora de otro y lucha con su ardiente pasión y finge desdeñar a quien la adora y de quien ella está prendada.

Apenas salió don Andrés, Juanita abrió la puerta de su alcoba, donde, como en chiquero, había estado doña Inés encerrada. Salió esta de allí algo atontada y muda de espanto. Salió igualmente muy mansa y muy benigna, y aunque perdidas sus ilusiones respecto al misticismo de Juanita, casi tan prendada ahora de su patente bizarría como antes de su misticismo, ya convertido en humo.

La marquesa viuda de Montefrío, prendada de las virtudes de D. Jacinto, y después de oír los consejos e informes del Padre Atanasio, su confesor, había decidido tomar a don Jacinto para yerno, casándole con su hija, la marquesita, heredada ya y señora de una renta anual de más de veinte mil ducados.

Hará mal. Respeto mucho en ella a la mujer que será mía para que tenga nada que temer. Sea como quiera, me produce cierto malestar esa disparidad entre la palabra y su expresión escrita. Sospecho que está más prendada del amor que de su prometido.

Si esto pensaba cuando la doncella y peinadora la estaban vistiendo, luego que se vio totalmente ataviada y pudo contemplarse entera en el gran espejo del armario de luna, quedó prendada de misma, se miró absorta y se embebeció mirándose, ¡tan atrozmente guapa estaba!

La condesa Elga me ha confesado que la Princesa está prendada del Rey, y que desde el día de la coronación su afecto por él ha ido en aumento. También es cierto que está muy ofendida por la aparente indiferencia del Rey. ¡Buena la hemos hecho! exclamé angustiado. ¿Y eso qué? dijo Sarto. Supongo que más de una vez le habrá usted dicho requiebros a una muchacha bonita.