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Actualizado: 12 de julio de 2025


Pero al través de la admiración que sentía, de ese éxtasis consolador, y de su fe tan reconfortante, un sentimiento de secreta angustia le oprimía el corazón al pensar que jamás palabra alguna habría podido expresar a aquella de las dos criaturas que vivía aún, el ímpetu de devoción hacia su persona, la necesidad de inclinarse ante ella que lo dominaban.

El mayor monstruo, los celos .Calderón Este drama es una verdadera tragedia, en que domina el destino, y uno de los primeros gérmenes de esos cuadros monstruosos, creados por una imaginación impotente y ávida de lo extraordinario, que pulularon por los teatros alemanes al conocerse las obras de Calderón; pero ¡cuán profunda é ingeniosa es la idea, que nos ofrece nuestro poeta de esa fatalidad, ofreciéndola como el presentimiento del alma que penetra angustiosa en lo porvenir! Marianne cuenta á Herodes, que la ama tiernamente, cierta profecía de un astrólogo, según la cual, ella misma sería sacrificada por el mayor monstruo del mundo, y que su esposo había de matar con su puñal á la persona á quien más amase sobre la tierra. El Tetrarca procura sosegar á su esposa, y tira á la mar su puñal para hacer vana la profecía. En el mismo instante se oye un grito de dolor detrás de la escena; preséntase en ella un cierto Ptolomeo, herido por la caída del arma, lleno de sangre y clavado el puñal en la herida, devolviendo de este modo el instrumento fatídico á las manos de su dueño; Marianne tiembla, al observarlo, pero ocurren otros sucesos, que la distraen de esa temible profecía. Antonio y Cleopatra han sido vencidos por Octaviano, y el Tetrarca, auxiliar de los primeros, vencido también. Aristóbolo, hermano de Marianne, enviado por él al campo contra Octaviano, hace prisionero á su cuñado, y lo lleva ante el vencedor. Ve entonces, en poder de Octaviano, un retrato de Marianne, arrancado á Aristóbolo por el primero, y poco después, otro igual, pero de mayor tamaño, que Augusto, inflamado de amor al verlo, ha hecho copiar del primitivo. Herodes, lleno de rabiosos celos, intenta matar á Octaviano al entrar en su tienda; pero en el mismo instante el retrato de Marianne se cae, y se interpone entre uno y otro, y el puñal lo atraviesa de parte á parte. Es sorprendente el arte del poeta en mantener vivo en los espectadores, por esos diversos signos, el presentimiento de la suerte final que espera á Marianne. El puñal se queda en poder de Octaviano, y el Tetrarca es encerrado en la cárcel. Sentenciado á muerte, despacha un mensajero á Ptolomeo con una carta secreta, en la cual le encarga que mate á Marianne, en cuanto tenga noticia segura de su muerte; pero esta carta llega á las manos de Marianne, indignada con extremo de la injusta sospecha de su esposo: pide primero á Octaviano su perdón, y lo consigue, retirándose luego á sus habitaciones más escondidas, por haber anunciado á Herodes que no la verá más en su vida. Herodes, furioso por haber descubierto Ptolomeo su secreto, intenta matarlo; Ptolomeo busca su refugio en Octaviano, y lo lleva de noche, para vengarse de Herodes, al aposento de Marianne.

Y al asentir ¿no participó de mi secreta idea, de que para nosotros lucía aún una esperanza como aquélla? Usted me dijo ayer que, aparentemente libre, la Condesa había contraído consigo misma un compromiso irrevocable, en el cual encontraba el obstáculo para su nuevo amor. Tal era, en el hecho, su sentimiento y en muchos párrafos de este diario se encuentra su evidencia.

Lucy, hermana de mi abuelo, había sido abadesa de las Ursulinas de Mâcón, y en aquel tiempo iban a visitarla y a jugar en el convento los hijos pequeños de su hermano. No había pasadizo, jardín, celda ni escalera secreta que fuese desconocido por ellos.

Pues yo le he visto rondando esta calle. , señora, le he visto. No me lo niegues. ¡ tienes tratos con él, le has hablado, le has dado cita aquí!... Clara no había visto nunca á Elías tan encolerizado contra ella. Las inculpaciones que le hacía ofendieron tanto su inocencia, que en aquel momento sintió lo que nunca había sentido: una secreta aversión hacia aquel hombre.

Lo que me preocupaba entonces era el asombro de que Luciana, comprometida con Máximo, hubiera tratado de casarse con Lautrec. Hay en esto un misterio. Yo no he soñado que ha seguido con él una correspondencia secreta, que me ha encargado de rescatar, aun a riesgo de comprometerme.

Mi padre había dicho siempre que yo era un vivo retrato de mi abuelo, el Marqués Santiago, y sin duda, algunos resplandores de esta semejanza penetraban de tiempo en tiempo, atravesando las nubes de su cerebro, hasta la conciencia confusa de aquel anciano. Apenas dueño de esta secreta revelación, caí en una horrible perplejidad.

Las tales ordenanzas no dejan de ser curiosas y contienen algunos detalles de interés para el conocimiento de cómo estaba constituido el gremio, y de sus artículos hemos de dar una idea, teniendo á la vista el texto, que consta de veintiuna disposiciones, haciendo muy especialmente constar en la primera que de allí en adelante «...ninguna persona, de cualquier estado ó condición que sea, pueda tener tienda pública ni secreta sin que primero haya de preceder y preceda examen de dicho oficio, el cual examen se ha de hacer ante los veedores del dicho oficio de confiteros...»

Adelaida cantó al arpa el aria de Desdémona, assisa al pie d'un salice, con un gusto y afinación que encantaron al rey Buby. No era Adelaida bonita, pero tenía modales muy distinguidos, y hacía oscilar su rabo con cierta melancólica coquetería, que revelaba, sin duda, alguna pena secreta.

Nada, amigo mío: yo le dije al P. Gil que cuidara de aumentar la artillería, adoptando los adelantos que yo quiero introducir en el arma. Pues qué, ¿cree usted que Napoleón no tiene noticia de ellos? Yo he descubierto que antes de invadir a España mandó una Comisión secreta para que averiguara si estaba yo aquí.

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