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Actualizado: 5 de junio de 2025
De este modo las carcajadas fluían sin cesar. Mario se dejaba caer contra los quicios de las puertas y se quitaba el sombrero y se apretaba el estómago para no reventar de risa. Casi otro tanto le pasaba a Carlota. Ambos repetían a cada instante: ¡Dios mío, lo que se va a reír Rivera! De esta suerte caminaron alegremente la vuelta de su casa.
Hasta la dulzura de su misma religión se maleaba y viciaba en mi mente, interpretada por mi concupiscencia, y quitaba á mis ojos todo valor á aquella desolación suya, á aquella angustia con que miraba y repugnaba la caída, sin hallar fuerzas para evitarla. Yo me atrevía á decidir que no era tan gran mal el que tenía tan fácil remedio.
¡Oh y qué marejada hubo en casa de la Lage por espacio de una quincena! Entrevistas con el padre, cuchicheos de las hermanas entre sí, trasnochadas y madrugonas, batir de puertas, lloreras escondidas que denunciaban ojos como puños, trastornos en las horas de comer, conferencias con amigos sesudos, curiosidades de dueña oficiosa que apaga el ruido de su pisar para sorprender algo al abrigo de una cortina, todas las dramáticas menudencias que acompañan a un grave suceso doméstico.... Y como en provincia las paredes son de cristal, se murmuró en Santiago desaforadamente, glosando los escándalos ocurridos entre las señoritas de la Lage por causa del primo. Se acusó a Rita de haber insultado agriamente a su hermana porque le quitaba el novio, y a Carmen de ayudarla, porque Nucha reprendía su ventaneo. Se censuró a Nucha también por falsa e hipócrita. Se le royeron los zancajos a don Manuel, afirmando que había dicho en toda confianza a persona que lo repitió en toda intimidad: «El sobrino no me había de salir de aquí sin una de las chicas, y como se le antojó Nucha, hubo que dársela». Se aseguró que las hermanas no cruzaban ya palabra alguna en la mesa, y lo confirmó ver a Rita en paseo sola con Carmen delante, mientras el primo seguía detrás con don Manuel y Nucha.
Toma un par de duros: los hombres de verdad debemos ayudarnos; hoy por ti, mañana por mí. Y le entregó un par de redondeles de plata con un ademán de compañero de armas. -Oye: lo de tu matrimonio será filfa continuó . Yo lo calé apenas me hablasteis. ¡Valiente tuno estás, sobrino!... Y la muchacha lo vale; una gachí con dos ojos como dos quinqués. Si no fueses de la familia te la quitaba.
Entró, y al volverse hacia el portal, para cerrar la puerta que dejaba atrás; vio que entraba en su casa un fantasma negro, largo; que paso a paso, por el portal adelante, se acercaba a él y que se le quitaba el sombrero que era de teja. ¡Mi señor don Víctor! dijo una voz melosa y temblona.
Benina no le quitaba los ojos, atenta a sus movimientos, pues no las tenía todas consigo, viéndose sola con el enojado marroquí en lugar tan solitario. «A ver... amos... a ver por qué soy tan mala y tan engañadora. ¿Por qué? Poique ti n'gañar mí.
Guillermina no le quitaba los ojos, que con los guiños se volvían picarescos. Era una maravilla cómo le adivinaba los pensamientos. Parece mentira, pero no lo es, que después de otra pausa solemne, dijo la Pacheco estas palabras: «Porque eso de que Castelar le coloque es cosa de labios afuera. Usted mismo no lo cree ni en sueños.
Al amanecer de un día del mes de Septiembre, la nave de Morsamor se hallaba a la vista de Chaul, muy cerca de la costa. Densísima niebla quitaba su transparencia al aire y extendida sobre la superficie del mar, ofuscaba la vista.
Viendo ya al cabo esta cisterna, en quien más confianza teníamos, se comenzó á hacer la mezcla de la salada. Á dos barriles de agua de la cisterna y uno de los alambiques, se echaba otro barril de salada. Esto hizo mucho daño á la gente, que con saber á la sal, no solamente no quitaba sed, pero daba más.
Desde la escuela se le conoció el carácter turbulento y arrebatado. De los libros se cuidaba poco; pero antes de los ocho años ya sufría de penas de hombre. Tenía una pierna más corta que la otra, aunque eso no le quitaba los bríos, y se hizo el dueño de la escuela a fuerza de puños, como Keats: él mismo cuenta que de siete batallas perdía una.
Palabra del Dia
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