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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡Oh y qué marejada hubo en casa de la Lage por espacio de una quincena! Entrevistas con el padre, cuchicheos de las hermanas entre , trasnochadas y madrugonas, batir de puertas, lloreras escondidas que denunciaban ojos como puños, trastornos en las horas de comer, conferencias con amigos sesudos, curiosidades de dueña oficiosa que apaga el ruido de su pisar para sorprender algo al abrigo de una cortina, todas las dramáticas menudencias que acompañan a un grave suceso doméstico.... Y como en provincia las paredes son de cristal, se murmuró en Santiago desaforadamente, glosando los escándalos ocurridos entre las señoritas de la Lage por causa del primo. Se acusó a Rita de haber insultado agriamente a su hermana porque le quitaba el novio, y a Carmen de ayudarla, porque Nucha reprendía su ventaneo. Se censuró a Nucha también por falsa e hipócrita. Se le royeron los zancajos a don Manuel, afirmando que había dicho en toda confianza a persona que lo repitió en toda intimidad: «El sobrino no me había de salir de aquí sin una de las chicas, y como se le antojó Nucha, hubo que dársela». Se aseguró que las hermanas no cruzaban ya palabra alguna en la mesa, y lo confirmó ver a Rita en paseo sola con Carmen delante, mientras el primo seguía detrás con don Manuel y Nucha.

Unos me decían «zape» cuando pasaba y otros «miz». Cuál decía: -Yo la tiré dos berenjenas a su madre cuando fue obispa. Al fin, con todo cuanto andaban royéndome los zancajos, nunca me faltaron, gloria a Dios. Fuime a mi madre corriendo que me escondiese; contéla el caso; díjome: -Muy bien hiciste; bien muestras quién eres; sólo anduviste errado en no preguntarle quién se lo dijo.

Entre tanto, la Inquisición, una viejecilla que no se podía tener, estaba pegando fuego á la hoguera que había hecho con interrogantes gastados, palos de T y paréntesis rotos, en la cual hoguera dicen que queria quemar á la Libertad que andaba dando zancajos por allí con muchísima gracia y desenvoltura.

Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres, ¡mira si te roerá nadie los zancajos! Ahí te envío un vestido verde de cazador, que me dio mi señora la duquesa; acomódale en modo que sirva de saya y cuerpos a nuestra hija.

Extender la vista por el valle, por las montañas, por el horizonte, y querer recorrerlo todo hasta el fin, fué en la pluma obra de un momento. Desaparecieron corral, casa, aldea; la torre de la iglesia, como gigante despavorido, caminaba también con grandes zancajos hasta perderse de vista.

Haciéndose cargo de la impaciencia de su amiga, el ciego descolgó de un clavo el traje que él llamaba nuevo, por un convencionalismo muy corriente en las combinaciones mercantiles, y lo entregó a su amiga, que en cuatro zancajos se puso en el patio y en la Ronda, tirando luego hacia el llamado Campillo de Manuela.

Luego, en los calcañares, me enseñó otras dos señales, y dijo que eran balas, y yo saqué por otras dos mías que tengo que habían sido sabañones. Y las balas pocas veces se andan a roer zancajos. Estaba derrengado de algún palo que le dieron porque se dormía haciendo guarda y decía que era de un astillazo.

Unos me llamaban don Navaja, otros me llamaban don Ventosa; cuál decía, por disculpar la envidia, que a mi padre le habían llevado a su casa para que la limpiase de ratones, por llamarle gato; otros me decían zape cuando pasaba, y otros, miz. Al fin, con todo cuanto andaban royéndome los zancajos, nunca me faltaron, gloria a Dios; y aunque yo me corría, disimulábalo.

Nuestros tres amigos y Lázaro salieron de los últimos y se acercaron por curiosidad al grupo que Calleja había formado. Entre tanto, el barbero pasó en dos zancajos á la otra acera, y se acercó á la puerta de su casa. Su mujer salió á encontrarle. Ciudadano, ¿has hablado? le dijo. No, ciudadanita mía. No puede ser esta noche; pero lo que es mañana, ó hablo, ó me corto la lengua.

Palabra del Dia

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