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Actualizado: 17 de junio de 2025


La hermana de mi cuñado ha quedado muy rica, aunque realmente de nada le sirven las riquezas, porque no disfruta de ellas y las reparte entre los pobres: es la santa más delicada de la tierra que he conocido jamás; no tiene nada en su santidad que moleste ni perjudique a nadie; su piedad, cuando sale de la iglesia o de su oratorio, donde pasa la vida, se convierte toda en dulzura y bondad; tiene la sonrisa de los ángeles en la boca y una transparencia celestial en la mirada; es demasiado escrupulosa para misma: no lo fía todo a la generosidad divina y derrama la limosna a manos llenas; las gentes la bendicen y la aclaman como santa.

Un instante, amigo mío, dijo el antiguo fabricante de pastas; tengo que decir á usted dos palabras antes de marcharme. ¿Dónde hablaremos sin que se nos moleste? Si el señor quiere entrar en el recibimiento, no habrá riesgo de que nadie entre... ¡No! Jamás viene nadie... Marieta está en la cocina y la doncella arriba, en el cuarto de costura.

Por último, la culpa de Tennessee se hizo patente: un día alcanzó a un forastero en el camino de Red-Dog; éste contó después que Tennessee lo acompañó distrayéndolo con interesantes anécdotas y recuerdos, pero que con poca lógica terminó la entrevista con la siguiente arenga: Permítame, joven, que le moleste pidiéndole su cuchillo, sus pistolas y su dinero.

Es natural. No... si está ocupada... no la moleste usted.... No faltaba más. Ocupada... ella siempre está ocupada... y desocupada... qué yo. Cosas de ella. Salió. Don Álvaro tomó en las manos el Kempis; era un ejemplar nuevo, pero tenía manoseadas las cien primeras páginas, y llenas de registros. Nunca había leído él aquello. Lo miraba como una caja explosiva.

Capitan Basilio se encargaba con mucho gusto y como quería tener propicio al militar para que no le moleste en las personas de sus trabajadores, no quería aceptar la cantidad que el alférez se esforzaba en sacar de su bolsillo. ¡Es mi regalo de Pascuas! ¡No lo permito, Capitan, no lo permito! ¡Bueno, bueno! ¡Ya arreglaremos cuentas despues! decía Capitan Basilio con un gesto elegante.

Caminando los dos muy delante de los otros y a la mitad del recuesto para subir al pinar, se detuvo Nieves de pronto, se volvió rápida hacia atrás, paseó la mirada serena y honda por todo lo que se descubría desde allí, incluso el palación de Peleches que descollaba en lo más alto, y preguntó en crudo a su acompañante, que también se había detenido y miraba cuanto miraba ella, y además y muy particularmente, el modo tan suyo que tenía de mirar: ¿Qué es lo primero que usted siente en cuanto sale al campo, en un día como el de hoy, espléndido de luz, sin calor que sofoque ni viento que moleste, ni ruido de gente que te distraiga, y en que todo lo que se ve, el suelo, el árbol, la mata, el arroyo, hasta la peña desnuda, trasciende a una misma cosa... como a tomillo y mejorana, o algo así?

Enrique no entendió bien mi encargo decía el joven . Yo le pedía que me remitiese un aderezo de valor y lo que me manda es medio aderezo vulgarísimo hasta más no poder; tanto, que pienso devolvérselo mañana mismo sin mostrártelo siquiera. No te moleste más; es igual uno u otro. ¡Cómo ha de ser igual! ¿De cuándo acá, señorita, se ha vuelto usted tan indiferente en asuntos de tocador?

He venido para decirte que no puedo pagar ahora... y tal vez nunca; para suplicarte que esperes... no hasta cuándo, y que ese antipático que administra tu fortuna no me moleste con sus insolencias. Y como el príncipe permaneciese inmóvil, ella continuó: Estoy arruinada. Yo también dijo Miguel . Todos estamos arruinados. Los que fabrican para la guerra son los únicos ricos en este momento.

¡Pues no había de serle indiferente! Los sabios son muy finos y humanos. Nada, nada, no se moleste V. Por nada en el mundo querría nuestro sabio exponer la preciosa vida de ningún empleado del Gobierno. Así que, pian pianito vuelve sobre sus pasos hasta la portería, atormentando la imaginación para buscar una obra que fácilmente le pudiesen proporcionar, fuese cual fuese.

Me ha hecho llorar esta criatura; ¡pobre Pampa! ahora me duele haberla pegado ayer, tan injustamente... ¡qué hermoso día! para estar alegre, para ser feliz... No saldré hasta que tiíta no salga, si no, me atajaría en el patio, y me molestaría a preguntas, y quizá, no me dejaría marchar, de miedo... y va a salir, porque desde aquí la veo en el comedor, de velo puesto... hasta les oigo hablar, aunque no distingo lo que dicen: ¡esto es lo que más me aflige! ¡si yo no lo merezco, viejecitos de mi alma, que así os preocupéis por ! soy un miserable, indigno de vuestro cariño, que no he sabido hacer vuestra felicidad, como era mi deber; ya lo veréis: Quilito muerto, quedaréis tranquilos, disfrutaréis en paz de vuestra rentita; y Quilito morirá, porque es un estorbo y una vergüenza para su familia, porque no quiere ser un segundo Agapo, como tiíta lo profetizó con tantísima razón... ¿otra vez llorando?... tiíta se levanta, sale... ya sonó la reja, ya está en la calle, ¿a dónde irá? a poner en práctica el medio de que me ha hablado, a arrastrarse, a cavar la tierra, como ella dice... ¡y por mi culpa! ¡ah! no merezco perdón: lo que he hecho es inicuo... no se moleste usted, tiíta: si el medio, el medio infalible, aquí lo tengo, en el bolsillo.

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