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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Enrique no entendió bien mi encargo decía el joven . Yo le pedía que me remitiese un aderezo de valor y lo que me manda es medio aderezo vulgarísimo hasta más no poder; tanto, que pienso devolvérselo mañana mismo sin mostrártelo siquiera. No te moleste más; es igual uno u otro. ¡Cómo ha de ser igual! ¿De cuándo acá, señorita, se ha vuelto usted tan indiferente en asuntos de tocador?

Entonces, Franz renunció a disuadirlo. La mirada inquieta de Juan se alza a cada instante hacia el reloj. Ya es hora dice, tomando su gorra. A las doce pasa la diligencia. Espérame en la posta y llévame dos billetes de cien táleres; eso me bastará para la travesía. Lo restante puedes devolvérselo a él; no lo necesito... Hasta luego.

Esa misma, Lucía: pues no es una cabeza ideal, sino la de una niña que va a salir la semana que viene del colegio, y dicen que es un pasmo de hermosura: es la cabeza de Leonor del Valle. Se puso en pie Lucía con un movimiento que pareció un salto; y Juan alzó del suelo, para devolvérselo, el pañuelo, roto. Capítulo II

Era la compra de todo lo necesario para la semana; el día destinado a los negocios; la llegada en masa de la población de los huertos, para pedir dinero a los prestamistas o devolvérselo con creces; repoblar el gallinero, comprar el cerdo, cuya creciente obesidad había de seguir con ansia la familia o adquirir a plazos el rocín, motivo de inquietud y de desesperado ahorro.

Los jóvenes se echaron a reír y Pepe Vera le envió un beso en la punta de los dedos. María comprendió inmediatamente que aquella expresión no había sido dicha sino para hacerle volver la cara. No pudo menos de sonreírse y se alejó dejando caer el pañuelo. Pepe lo recogió apresuradamente y se acercó a ella, como para devolvérselo.

Mientras tanto, por espíritu de prudencia y de venganza, por entretener su ocio de hermosa sin empleo, por una especulación de interés y de perversidad, se divertía en desplumar al señor de La Tour de Embleuse. Encontraba gracioso despojarle del millón que le había dado, sin perjuicio de devolvérselo a la muerte de su hija. Era una especie de desquite que se adjudicaba en caso de desgracia.

Pues debo confesar la verdad. Me han robado el cuadro y no puedo devolvérselo. ¡Desgraciado de Vd.! ¿Qué ha hecho? dijo el caballero. ¿Sabe Vd. que es un cuadro que vale diez mil 65 duros? ¡Pobre de ! haga Vd. lo que quiera, pero no puedo darle el cuadro; me lo han robado. El caballero se dejó caer en una silla desesperado. Después de algunos minutos, dijo: ¿Cuánto dinero 70 puede Vd. darme?

Palabra del Dia

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