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Actualizado: 8 de mayo de 2025


Divinidad vaga, de confusos mandamientos; pero cuyo solo nombre le hacía latir más ligero el corazón y le encendía puntilloso calor en el rostro. Su rosario, envuelto en la guarnición de la espada, golpeaba el metal con las cuentas. Esto que agora emprenderéis agregó el lectoral será en servicio de la santa Iglesia de Cristo.

Y el cielo se encendía con violentos resplandores de incendio. Verdú reposa en la ancha cama. Sus brazos están extendidos sobre la sábana. Y sus manos son transparentes. Y sus ojos están entornados. Y en su rostro se muestra un sosiego dulce. Verdú respira penosamente. De rato en rato un gemido se escapa de sus labios.

La madre le ofreció su delantal de hule, que él rehusó; ya tenía un pantalón viejo, destinado a perecer en la demanda, y por nada del mundo renunciaría a sentir aquella onda tibia.... Su contacto derretía no qué nieve de austeridad, cuajada sobre un corazón afeminado y virgen allá desde los tiempos del seminario, desde que se había propuesto renunciar a toda familia y todo hogar en la tierra entrando en el sacerdocio; y al par encendía en él misterioso fuego, ternura humana, expansiva y dulce; el presbítero empezaba a querer a la niña con ceguera, a figurarse que, si la viese morir, se moriría él también, y otros muchos dislates por el estilo, que cohonestaba con la idea de que, al fin, la chiquita era un ángel.

Por aquellas estrechas ranuras entraba su luz como una llamarada, como un latigazo de fuego que encendía el rostro y caldeaba la cabeza. Había llegado a cogerle miedo a este gran sol feroz de Andalucía, y salía poco de casa. Diga usted, Matildita, ¿hace más calor que éste en Sevilla? ¡Anda! ¡Pues, hijo mío, si ahora está haciendo fresquito! ¿No ve usted qué noches más hermosas?

Yo he venido á deshacer vuestras rebeldías, señor duque de Uceda dijo el duque de Lerma, mientras doña Ana, aturdida, encendía las bujías. ¿Mis rebeldías, excelentísimo señor? dijo el duque con calma ¿pues acaso hago yo otra cosa que defenderme? Defenderos, ¿de qué? De los agravios que vuecencia me ha estado continuamente haciendo por celos.

Amorosas porfías tal vez alcanzan imposibles cosas; y ansí, aunque con las mías sigo de amor las más dificultosas, no por eso recelo de no alcanzar desde la tierra el cielo. Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara. Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro.

Agitado por mil sospechas contrarias, dominado por una cólera furiosa, movía entre sus trémulas manos las cartas, sin pensar en ellas, imaginando horribles venganzas contra su esposa y contra el... ¿Contra quién? ¿Cuál era el traidor? La duda encendía aún más su rabia. Lo que había visto era bien concluyente. Y, sin embargo, su pensamiento no podía apartarse del conde de Onís.

Cuando lo vi... cuando me miró, parecióme que mi alma descorría un velo misterioso, que se entraba en ella aquella mirada, que la llenaba, que la besaba, que la acariciaba, que la encendía... sentí... un placer doloroso... debí ponerme pálida. Y seria como una difunta. Yo creo que él también vaciló. Pues ya lo creo.

El respeto que se concedía a los hombres políticos y que él mismo se veía obligado a tributar por razón de su cargo le encendía de ira. ¡Un hijo de la nada, un pelagatos pasar por delante de él con la cabeza erguida, dirigiéndole una mirada indiferente o desdeñosa! ¡A él, descendiente directo de los condes soberanos de Castilla!

El deán, alma de la diócesis, porque el señor obispo de puro bueno no servía para nada, agitó con la cucharilla el vaso de agua donde se estaba deshaciendo el azucarillo, bebióselo tranquilamente, se limpió los labios con la servilleta, y mientras encendía un cigarro de papel, más grueso que puro, repuso sin alterarse: Lo de siempre... ganas de asustar... algo menos será. Dile que pase.

Palabra del Dia

hociquea

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