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Sonrió desdeñosamente al insistir don Marcos en la esgrima del sable. El tenía una esgrima suya: irse sobre el adversario y pegar antes que éste. Pero en el cuerpo á cuerpo prefería el cuchillo. Con el revólver jamás se entretenía en apuntar. No disparaba hasta verse junto al enemigo, y así el tiro era seguro. ¿Y la pistola de desafío? preguntó el coronel. La desconozco.

¿Nunca pensaron, ni siquiera en los primeros tiempos, en unirse legalmente en matrimonio? Yo desconozco esa ley. ¿Ella no sufría con una situación que para sus sentimientos cristianos debía ser inmoral y punible? Había contraído el compromiso ante su Dios. Viviendo con ella, durmiendo bajo el mismo techo, conociéndola íntimamente, es imposible que no haya visto usted prepararse la catástrofe.

«Un distinguido escritor se queja de que los españoles hayamos adoptado la costumbre inglesa de ponerle una hache al te. Por mi parte, y aunque he vivido varios años en Londres, desconozco totalmente esta costumbre. En la gran metrópoli he tomado te de la China y te de Ceylán. He tomado te con leche y te con limón.

Pero , ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre privaciones que no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas; el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas!

Llevose la mano sobre el corazón doña Guiomar, ya acabada de perder de amores por el enrevesado comienzo del papel en que los turbados ojos ponía, y cuando estos al fin volvieron a aclararse, continuó leyendo, pálida ahora, encendida luego, y toda anhelante y turbada, lo que sigue: «Sea de esto lo que Dios fuere servido, y lo que queráis vos, que, después de Dios, sois lo que más yo amo, si es que puede llamarse bastantemente lo que yo por vos siento amor, que yo creo que es más bien agonía y quebranto, y fuego irresistible, y gloria en un infierno, y infierno delicioso, y muerte que vale cien vidas, y vida que no se resiste, y cosa, en fin, tan no conocida de , que al verme a ella sujeto, yo mismo me desconozco y de dudo, y parece que siendo no soy, y que, no siendo, soy más que nunca he sido.

Perdone usted repuso su adversario, me parece haberle dicho antes algo de eso. Desconozco el manejo de la espada. Siendo así, que nos traigan las pistolas replicó Amaury hay que nivelar las fuerzas. Amaury intervino Alberto por oficiosidad ¿estás realmente decidido a seguir adelante? Pregúntaselo más bien a Felipe.

Porque todo cansa, Julio, hasta la poesía del silencio. ¿Cómo le gusto más? ¿Silenciosa o habladora? Créame que estoy azorada y que me desconozco. No me soñé nunca semejante conversación. No haga caso, Julio. Hablo así por la alegría de volver a conversar con usted. Y sin embargo desea, me lo ha dicho, que llegue Adriana. ¡Y usted también, Julio!

Mira dijo con desabrimiento lo mejor es que te vayas. Antes has de oír lo que voy a decirte. Pues di. , sostengo que fuiste quien primero entabló nuestra rivalidad, no por eso desconozco que cometí después faltas graves, que te ofendí... ¡Lo confiesa el menguado!...

Claro, ¡como no hay todavía franqueza entre nosotras, y eres una joven tan corta de genio!... ¿O es que piensas tomar el papel de casada por lo serio y comienzas ya a hacer provisiones de formalidad?... Lo cierto es que te desconozco esta noche... Ya ves ..., el lance, al fin y al cabo, si no es serio, es nuevo para ; y al verme tan cerca de él...

Dama y secreto hay; pero me venís como llovido; conozco vuestra nobleza, quiero confiarme de vos, y os pido que me ayudéis. Y os ayudaré, y más que ayudaros; tomaré sobre la empresa y el encargo. ¿Pero de qué se trata? ¿Conocéis á don Rodrigo Calderón? Conózcole tanto, como que de puro conocerle le desconozco. Es mucho hombre. Pues á ese hombre espero. Para...