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Pero , ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre privaciones que no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas; el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas!

Miranda, a cuenta de un empréstito que negoció contando satisfacerlo después a expensas del generoso suegro, hizo venir de la corte lindas finezas, un aderezo de brillantes, un cajón atestado de lucidas galas, envío de renombrado sastre de señoras.

No pudiendo recompensar á la mujer con el lujo, huiría de ella, para no ser su deudor y someterse á sus caprichos. Prefería domar al deseo á dejar de satisfacerlo con la grandeza de un señor oriental. Además, ¡estaba tan cansado del amor y de todo lo agradable que puede encontrar un hombre sobre la tierra!...

Este acreedor era Samaniego, el boticario de la calle del Ave María, y su crédito ascendía, con el interés vencido de seis por ciento, a sesenta y tantos mil reales. Propuso Juan Pablo satisfacerlo como un homenaje a la justicia y a la buena memoria de su querido padre, y se votó afirmativamente por unanimidad.

La hermosa odalisca de Salabert, aunque de inteligencia limitadísima, había tenido tiempo a reflexionar que su presencia en el baile podría acarrear un conflicto. Pero su antojo era tan vivo y desordenado, que de ningún modo quiso dejar de satisfacerlo, de lucir su costoso vestido de reina de Escocia.

Así que no pudiendo satisfacerlo con soñadas escenas trágicas, porque Miguel se reía de sus temores, diose a ejercitar su recalentada imaginación en otra clase de caprichos raros. Nada podía llevarse a cabo en sus relaciones de un modo normal; era forzoso adobarlo todo con alguna especia de misterio.

Dice así, en dos cartas, fechadas en Madrid en 27 de junio y 25 de julio de 1679: «Si yo quisiera contar todos los sucesos trágicos de que oigo hablar aquí un día y otro día, habías de creer que este país es teatro de las escenas más horribles del mundo. Da ocasión á ellas de ordinario el amor, el afán de satisfacerlo, y el castigo del mismo.