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Actualizado: 17 de julio de 2025


Yo la hubiera estrechado entre mis brazos, la hubiera arrancado frenético aquella corona de rosas blancas... De seguro Amparo hubiera sido para una esposa sumisa... Pero... yo quería su amor... y ella... ¡ella se había casado conmigo porque se lo mandaba yo! ¡por agradecimiento!

Va dedicado el libro al Conde Duque de Olivares, en el deseo de congraciarse el favor de la Corte, cosa que nunca alcanzó Lope. En vano fué que ciñera las sienes de un rey poeta la corona de España.

Coincidencia singular: los Duques de Medinaceli y de Medinasidonia dieron amparo á Cristóbal Colón; y rivalizando en cierto modo con la Corona, pretendían alistar por su cuenta naves con que se resolviera el problema del camino del Catay, y se asentara el cimiento de la preponderancia marítima de España.

Siguió en Francia la aristocracia el impulso dado por su rey, desplegando un lujo hasta entonces desconocido en la construccion de sus palacios y casas de placer. Daba la corona el ejemplo demoliendo el antiguo Louvre de Felipe Augusto y Cárlos V, cuya imponente torre feudal fué desde luego arrasada para dar lugar á las elegantes y risueñas construcciones de Pierre Lescot.

De las cuatro esquinas arrancaron, como para juntarse en lo alto, los cuatro pies recios: con un andamio fueron sosteniendo las piezas más altas, que se caían por la mucha inclinación: sobre cuatro pilares de tablones habían levantado el primer estrado, que como una corona lleva alrededor los nombres de los grandes ingenieros franceses: allá en el aire, una mañana hermosa, encajaron los cuatro pies en el estrado, como una espada en una vaina, y se sostuvo sin parales la torre: de allí, como lanzas que apuntaban al cielo, salieron las vergas delicadas: de cada una colgaba una grúa: allá arriba subían, danzando por el aire, los pedazos nuevos: los obreros, agarrados a la verga con las piernas como el marinero al cordaje del barco, clavaban el ribete, como quien pone el pabellón de la patria en el asta enemiga: así, acostados de espalda, puestos de cara el vacío, sujetos a la verga que el viento sacudía como una rama, los obreros, con blusa y gorro de pieles, ajustaban en invierno, en el remolino del vendabal y de la nieve, las piezas de esquina, los cruceros, los sostenes, y se elevaba por sobre el universo, como si fuera a colgarse del cielo, aquella blonda calada: en su navecilla de cuerdas se balanceaban, con la brocha del rojo en las manos, los pintores. ¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre en el mástil!

En efecto, todos aquí, por su actitud y su lenguaje me predican elocuentemente el desprecio de las riquezas; desde luego, la señora Aubry, que se puede comparar á esos glotones sin vergüenza cuya irritante gula os quita el apetito, y que os hacen repugnantes los manjares que alaban; este anciano que se extingue sobre sus millones tan tristemente como Job sobre el estiércol; esa mujer excelente, pero novelesca y estragada, que sueña en medio de su importuna prosperidad con el fruto prohibido de la miseria, y en fin, la orgullosa Margarita, que lleva como una corona de espinas la diadema de belleza y de opulencia con que el Cielo ha oprimido su frente.

Este joven intrépido, que se acercó al polo más que ningún otro mortal, al morir ganó la corona con que adornaron su tumba las sociedades científicas de Francia: el primer premio de geografía. En su relato, que encierra hechos tan terribles, hay uno conmovedor, el cual da la medida de los sufrimientos inauditos anejos á tal viaje: hablamos de la muerte de sus perros.

Cuando ella salió del convento con corona de honrada para casarse; cuando llevaba mezcladas en su pecho las azucenas de la purificación religiosa y los azahares de la boda, parecíale al Delfín digna y lucida hazaña arrancarla de aquella vida.

Y con rabiosa y espantable voz, arrancándose la corona con ambas manos, en las que quedaron prendidos gran número de cabellos, gritó enfurecido: ¡Oh, raza maldita! ¡Siempre serás la que se oponga a nuestro paso!

¿Qué te importa si en el mundo Tu fama no se pregona? ya tienes la corona Del poeta popular. Y es mas bello, que en el bronce, En el mármol ó granito, Haber sus obras escrito En la memoria tenaz. ¡Qué te importa! si has vivido Cantando cual la cigarra, Al son de humilde guitarra Bajo el ombú colosal!

Palabra del Dia

malignas

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