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Aquel vicioso que tan mal había empleado su tiempo, se sorprendía ahora de verso ocupado en puerilidades, y bastaba cualquier síntoma de dolencia en Isabelita, para que se olvidase de los negocios de Estado y de los malos pasos en que andaba la corona.

Un día, después de la misa, don Esteban le había contado su historia rápidamente. Era hija de Federico II de Suabia, un Hohenstaufen, un emperador de Alemania, pero que estimaba en más su corona de Sicilia. Legisló como los jurisconsultos de la antigua Roma, escribiendo al mismo tiempo los primeros versos en italiano.

14 Y miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del hombre, que tenía en su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda. 15 Y otro ángel salió del templo, clamando con alta voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega; porque la hora de segar te es venida, porque la mies de la tierra está seca.

Si en el plazo de veinticuatro horas no consigue usted ver al Rey continué posando mi mano sobre su rodilla, eso significará que el Rey habrá muerto y que usted deberá proclamar al heredero de la corona. ¿Sabe usted quién es? La princesa Flavia.

¡Oh, Campana! de mi Patria Eres símbolo de gloria: O heraldo de la victoria, O intérprete del dolor; Eres corona de bronce En los aires suspendida, Que los fastos de la vida Publicas con tu clamor.

Hizo voto de viudez y de castidad perpetuas, y supo cumplirle. Mandó componer a los poetas una corona fúnebre, que aun dicen que se tiene en aquel reino como la más preciosa joya de la literatura nacional. La corte estuvo tres años de luto. Del mausoleo que se levantó a la Reina sólo fue posteriormente el de Caria un mezquino remedo.

30 También hicieron la plancha, la corona de la santidad, de oro puro, y escribieron en ella de grabadura de sello, el rótulo, SANTIDAD AL SE

El regimiento de guardias valones, los suizos, el de la Corona, el de Irlanda, el de Jaén, los granaderos provinciales, los fusileros de Carmona, la caballería de Farnesio y las seis bocas de fuego que mandaba D. Antonio de la Cruz, eran piezas respetables, orgullosas de mismas.

Á cada lado de la Vírgen, se ven las figuras de Luis XIII y Luis XIV, que presentan una corona á la madre del Salvador.

Me olvidaba decir que el lienzo era blanco y que encima de él había sido colocada una pequeña corona de flores.