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Actualizado: 17 de julio de 2025


En su boda la Virgen los corona de rosas, mientras un coro de ángeles canta sus alabanzas. AP

Puédese representar, Pedro de Vargas MachucaEsta pieza es distinta de la de igual nombre del tomo XXII de las comedias de Lope, Ganar amigos, de Alarcón. El Brasil restituído, de Durán. Fecha: Madrid 23 de octubre de 1625. La corona de Hungría y la injusta venganza. Fecha: Madrid 23 de diciembre de 1623. De Durán. La lealtad en la traición: representóla Prado.

La satinada superficie del rico papel de hilo no dejaba, sin embargo, traslucir su secreto, y el viajero tuvo que contentarse con leer una y otra vez aquellas letras gordas y corridas del sobrescrito, trazadas por una mano más acostumbrada a firmar y anotar que a escribir extenso, y tan orgullosamente italiana sin duda, que anteponía el triste ducado de Aosta a la Corona real de España.

Te envenenan en Sócrates, pero te haces inmortal en su filosofía; te crucifican en Jesus, pero trescientos millones de hombres caen de rodillas ante el Evangelio; te ajustician en Juana de Arcos, ó en Mariana de Pineda, pero la fe de esas dos víctimas ilustres te da una corona; te matan de miseria en Cervantes, pero llenas el mundo con su Quijote; te cargan de cadenas en Colon, pero los oleajes y las brisas del Océano aturdido, nos traen vagamente el rumor y el saludo de cien millones de criaturas.

Es indudable que con el establecimiento del Tribunal Santo comenzó á ser derribado nuevamente el comercio, i aunque por su ruina se menguaban las rentas de la corona por una parte, por otra se triplicaban con los bienes confiscados á tanto número de personas acaudaladas. Solamente los de Diego Suson llegaban á la cantidad de diez cuentos que serian de maravedí.

Y de entre estos hombres de guerra altivos, crueles y caballerescos, que paseaban su arcabuz como un cetro, su casco abollado como una corona, sus harapos como una gloria, surgían Ercilla, Cerotes, Calderón y tantos otros ingenios.

El pueblo había recogido la corona arrojada en un rincón del Palacio y se la había puesto sobre sus sienes duras. ¡Bien, bien, bien! Y se aplaudió a misma, se palmoteó con esas manos inmateriales, que para apoyar sus discursos tiene el corazón. ¡Pleito! Esta palabra, anunciadora de una gran idea, se le quedó fija en la mente desde entonces, como grabada en fuego.

Ni creo esto ni lo de don Rodrigo Calderón. ¡Bahblasfemia! es cierto que la reina no ama al rey, pero de esto á... á olvidarse de quien es... ¡Vamos, no puede ser! Y recordando luego cuanto había visto y oído, exclamaba: Pero las mujeres, con corona ó sin ella, son siempre mujeres, capaces de hacer lo que ni aun se podría pensar.

Me acuerdo que una tarde a la hora del crepusculo, una tarde semejante a esta, la nube rojiza que corona la cima del monte Eigher estaba en el mismo parage, y quizas era la misma nube, el viento era flojo y tempestuoso, la luna empezaba a lucir sobre el manto de nieve que cubre las montanas; el conde Manfredo estaba como ahora en su torre: ?que hacia alli? lo ignoramos; pero estaba con el la sola companera de sus paseos solitarios y de sus desvelos, el unico ser viviente a quien manifestaba amar; los lazos de la sangre se lo ordenaban, es cierto; era su querida Astarte; era su... ?Quien esta, ahi?

En el discurso que en semejantes casos se acostumbra a hacer, se ha dicho que las que acogía la religión, abrazaban para toda la vida un estado de mortificación y penitencia, y ceñían una corona de espinas a su cabeza.

Palabra del Dia

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