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Había llegado á Manila muy joven, con un buen empleo que le permitió casarse con una bella mestiza perteneciente á una de las familias más acaudaladas de la ciudad.

Es indudable que con el establecimiento del Tribunal Santo comenzó á ser derribado nuevamente el comercio, i aunque por su ruina se menguaban las rentas de la corona por una parte, por otra se triplicaban con los bienes confiscados á tanto número de personas acaudaladas. Solamente los de Diego Suson llegaban á la cantidad de diez cuentos que serian de maravedí.

A los enemigos les desconcertaba en su murmuración la manía del doctor por curar gratuitamente a los pobres, añadiendo muchas veces una limosna; e indignábales la testarudez con que se negaba otras muchas a asistir a las personas acaudaladas y de sanos principios que habían tenido que solicitar el permiso de su confesor para ponerse en tales manos.

No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd. visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y verdaderamente pobre. Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto, no. Es natural.

Entraba con él en los cafés y hasta le llevaba a los bailes. Manín llegó a ser en poco tiempo una institución. D. Pedro, que apenas se dignaba hablar con las personas más acaudaladas de Lancia, sostenía plática tirada con él y admitía que le contradijese en la forma ruda y grosera de que era capaz únicamente.

Las de Codillo, hijas de don Eusebio Codillo, el dueño del Café de la Marina, de la calle del Cantón, hoy arrendado a un murciano, son cinco y muy desiguales entre en color, en estatura y en carnes; pero todas ellas tienen cierto andar, cierto sonreír y cierto... vamos; y, sobre todo, unos humos de señoritas principales y acaudaladas, que meten miedo.

Y no se extrañe esto, porque en la clase de muchachas pobres, y aun en algunas acaudaladas labradoras, es notable la robustez. Son más duras que el mármol, no sólo de corazón, no sólo en el centro, sino por toda la perifería. Cierto día hicimos una gira de campo con las más garridas y principales mozas del lugar.

Se fundan casas editoriales serias y acaudaladas en sustitución de los editores sórdidos e ineptos que antes se lucraban con la miseria del escritor; muchos literatos administran sus obras con acierto, otros se hacen pagar dignamente, y casi han desaparecido los necios que por verse en letras de molde escriben de balde.

Hombres secos y taciturnos, de afeitada boca monástica y aludo sombrero, contemplaban el desfile de los señores, apoyados en sus varas de respeto o en el cogote de los borricos. Las mujeres hablaban alegremente. Las más acaudaladas traían mandiles de relumbrón, y casi todas, collares de coral, pendientes mudéjares y plateadas cruces y medallas que semejaban ex-votos de camarín.

Una guirnalda de flores primorosamente tallada en el mármol coronaba esta inscripción. «Lo que más sorprende en Aldeacorba es el espléndido sepulcro erigido en el cementerio, sobre la tumba de una ilustre joven, célebre en aquel país por su hermosura. Doña Mariquita Manuela Téllez perteneció a una de las familias más nobles y acaudaladas de Cantabria, la familia de Téllez Girón y de Trastamara.