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Actualizado: 11 de junio de 2025
He aquí lo que dice en su égloga á Claudio: «Débenme á mí de su principio el arte, Si bien en los preceptos diferencio Rigores de Terencio, Y no negando parte A los buenos ingenios tres ó cuatro Que vieron las infancias del teatro, Pintar las iras del armado Aquiles, Guardar á los palacios el decoro, Iluminados de oro Y de lisonjas viles, La furia del amante sin consejo, La hermosa dama, el sentencioso viejo.
En buen grado de tensión estaban las impaciencias de Leto para dejadas así hasta el día siguiente, sin el riesgo de un estallido! En cuanto entró en la botica le dijo a su padre: Me voy a buscar a don Claudio. Y se fue. Le buscó en el Casino: no estaba allí. En su casa: tampoco. Anduvo por los sitios en que solía vérsele paseando algunas veces: ni la menor huella de él.
Ya cuesta trabajo conocer a don Claudio y a mi padre, que se van alejando hacia la villa. La verdad es respondió Bermúdez , que con estas aventuras había vuelto a echarlos de la memoria. De bordada en bordada llegó el Flash a la ancha boca del puerto.
Llegó la ocasión ineludible de cambiar el cuarto en que vivían por otro más modesto y barato. Doña Francisca, apegada a las rutinas y sin determinación para nada, vacilaba. La criada, quitándole en momentos tan críticos las riendas del gobierno, decidió la mudanza, y desde la calle de Claudio Coello saltaron a la del Olmo.
Donde hay otras muchas y mejores esperando que vayan á recogerlas los mozos bien plantados como tú, que no deberían de seguir enmoheciéndose aquí, esperando que el amo les pague el salario, sino ir á ganarlo y cobrarlo por sí mismos, allá en tierra de Francia. ¡Voto á tal, que es aquella vida digna de hombres, noble y honrada cual ninguna! ¡Ea, bebed conmigo á la salud de mis camaradas, á la gloria del Príncipe Negro, hijo del buen rey Eduardo y sobre todo á la del noble señor Claudio Latour, jefe de la invicta Guardia Blanca!
Nieves no lo ponía en duda; su padre, así, así; don Claudio negaba esa seguridad hasta en el navío de tres puentes; y en cuanto al boticario, tenía las pruebas de lo afirmado por su hijo en que había hecho éste con su balandro, doscientas veces, mucho más de lo sobrado para que a la primera se quedara en la mar, por los siglos de los siglos, cualquier otra embarcación de igual calibre.
¡Bah! respondió la labradora levantándose y saltando del carro ; usted me confunde, Hullin. Voy a calentarme. Catalina entregó las riendas de los caballos a Dubourg, y luego, volviéndose, dijo: La cosa no tiene importancia, Juan Claudio; ¡y qué agradable es ver la hoguera aquí y allá! Pero... ¿y Luisa? ¿Dónde está? Luisa ha pasado la noche cortando y cosiendo vendas con las dos hijas de Pelsly.
«¿Pero a usted quién le recomienda?» le preguntó una noche Juan Pablo. A mí D. Claudio Moyano. Pues entonces ya está usted fresco. Dicen que traen al Príncipe... indicó Ramsés II con timidez. Sí; lo traerán los rusos... por las ventas de Alcorcón. Aviado está usted si espera a que venga el Príncipe... Aquí lo que viene es la liquidación social... y después, sabe Dios.
Como si contara ya con ella, dijo muy sosegadamente a su amigo: Cosa de nada, por supuesto, sin consecuencias... Un dolor de cabeza repuso don Alejandro, mirando de hito en hito al otro , que cogió esta mañana... ¿En dónde? preguntó don Claudio después de carraspear. En el paseo respondió Bermúdez, sin dejar de mirar a su amigo . Le alargó algo más que de costumbre, y volvió un poquito sofocada.
Clara no conocía á nadie en Madrid. Sí: conocía á Bozmediano. Esta idea enfrió repentinamente la generosidad del joven. "Tal vez pensaba se marchó, porque Bozmediano la indujo á ello; tal vez ya la tenía consigo." Esto avivó los celos y el rencor del estudiante, que resolvió no descansar hasta descubrir el misterio de aquella salida y pedir cuentas á Claudio de su grande traición.
Palabra del Dia
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