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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Mis bienhechores eran pobres; me miraban como hijo suyo... partían su pan conmigo... Yo oraba á Dios por el descanso de mis padres muertos, y por la paz, por la felicidad de mis padres de adopción; murieron también el uno tras el otro; mis hermanas adoptivas se habían casado; mis hermanos habían ido por el mundo á buscar fortuna; quedé otra vez solo; pero con el corazón completamente lleno por el dolor, por el dolor completo que ningún lugar ha dejado por herir, desde el amor propio hasta el amor de la familia, hasta ese otro amor que emana de la mujer.

El amor á los hijos, la veneracion á los padres, la fidelidad con los amigos, la compasion por la desgracia, la gratitud hácia los bienhechores; el horror que nos causa un padre cruel, un hijo parricida, una esposa adúltera, un amigo desleal, un traidor á su patria, una mano salpicada con la sangre de una víctima, la opresion del desvalido, el desamparo del huérfano, la ingratitud con el bienhechor; estos sentimientos, ¿no muestran mas claro que la luz del dia, la mano del Todopoderoso esculpiendo en nuestras almas las ideas del órden moral, y fortaleciéndolas con sentimientos que instintivamente, aun cuando nos faltase el tiempo para reflexionar, nos indicasen el camino que debemos seguir?

Como los hombres mismos, como los animales todos, que al término de su limitada carrera pasan a ser carga y estorbo, cartas de más en la baraja de la vida universal, que no puede conservar su perpetua juventud sino por la renovación perpetua, las creencias que se prolongan más allá de su radio de eficacia, acaban, como las uñas desmesuradamente alargadas de los aristócratas siameses, por embarazar y estrechar la existencia, debiendo ser, entonces, barridas por el olvido y la muerte bienhechores, para dar lugar a nuevas entidades, a nuevas formas del movimiento perpetuo de la materia.

Los pajarillos hacen sus nidos en los árboles; el mar azul acaricia dulcemente la arena de la orilla; el sol generoso deposita sus bienhechores rayos sobre mis pobres manos pálidas y enflaquecidas; siento circular en mis pulmones un aire dulce y penetrante como su voz de usted, mi buena mamá.

Así se vió Roger convertido no sólo en escudero del barón León de Morel, futuro capitán de la Guardia Blanca, sino en maestro de tres nobles doncellas, cargo este último en que jamás soñara. Pensando en ello y gozoso del cambio ocurrido en su suerte, resolvió no omitir por su parte esfuerzo alguno para complacer á sus bienhechores. DE CÓMO ROGER APRENDIÓ MÁS DE LO QUE

No me veía harto de pisar el suelo alfombrado, de arrellanarme en los blandos sillones, de contemplarme en los espejos de los armarios, de recrear la vista en los cuadros de las paredes y en los bronces y porcelanas que coronaban los muebles de fantasía o guardaban las artísticas vidrieras, ni de tender mis huesos en la mullida y voluptuosa cama a esperar el sueño, que no tardaba en llegar, como un aleteo suavísimo de geniecillos bienhechores. ¡Qué poco se parecía todo aquello a la casona de Tablanca, tan grande, tan vieja, tan desnuda... y tan fría!

», el Rey está enfermo, y te llama... tiene necesidad de tu ciencia. Su vida, que habías salvado, está nuevamente en peligro, y olvidas por una mujer tus juramentos, tus bienhechores. »¡Pero esta mujer lo es todo para : es mi alma, es mi vida! »Te compadezco, Carlos; pero no transijo con el deber: vengo a buscarte y tendrás que seguirme. »No puedo abandonar a Juanita. »Me seguirás, te digo.

Como los niños de los cuentos de hadas, cuando se pierden en obscura y tempestuosa noche, en medio de un bosque lleno de malezas, precipicios y tal vez fieras, veo siempre a lo lejos resplandecer la lucecita que ha de guiarnos a un espléndido alcázar, donde genios bienhechores han de albergarnos, restaurarnos y regenerarnos.

El repique de la campanilla del acólito resonaba claro y argentino en la vetusta capilla vacía. Oíanse fuera gorjeos de pájaros en los árboles del huerto, lejano chirrido de carros que salían al trabajo, rumores campestres gratos, calmantes, bienhechores.

Rincón dijo el suyo, y Cortado también. Pues de aquí adelante respondió Monipodio quiero y es mi voluntad que vos, Rincón, os llaméis Rinconete, y vos, Cortado, Cortadillo, que son nombres que asientan como de molde a vuestra edad y a nuestras ordenanzas, debajo de las cuales cae tener necesidad de saber el nombre de los padres de nuestros cofrades, porque tenemos de costumbre de hacer decir cada año ciertas misas por las ánimas de nuestros difuntos y bienhechores, sacando el estupendo para la limosna de quien las dice de alguna parte de lo que se garbea; y estas tales misas, así dichas como pagadas, dicen que aprovechan a las tales ánimas por vía de naufragio; y caen debajo de nuestros bienhechores el procurador que nos defiende, el guro que nos avisa, el verdugo que nos tiene lástima, el que, cuando uno de nosotros va huyendo por la calle y detrás le van dando voces: "¡Al ladrón, al ladrón! ¡Deténganle, deténganle!", se pone en medio, y se opone al raudal de los que le siguen, diciendo: "¡Déjenle al cuitado; que harta mala ventura lleva! ¡Allá se lo haya; castigúele su pecado!"

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