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Actualizado: 6 de junio de 2025


Una vez fuera, volviose Materne y exclamó, al tiempo que le temblaban los labios: Si no me hubiese contenido, le hubiera roto la botella en la cabeza. Y yo dijo Frantz estuve por atravesarle la tripa con la bayoneta. Kasper, con un pie en el escalón, parecía querer entrar; apretaba el mango del cuchillo de monte y su rostro tenía una expresión terrible.

El cañonero envió un bote armado y saltaron á tierra no cuántos hombres con fusil y bayoneta. El contramaestre, que iba al frente, juraba furioso mirando á El Socarrao y á los carabineros, que se habían apoderado de él.

Llevando al hombro su fusil antiguo, que aún hacía más enorme y pesado una bayoneta interminable, hubiera podido descansar junto á la garita pintada con los colores de Mónaco; pero prefería moverse en incesante paseo, mirando á todas partes por si alguien intentaba penetrar en el alcázar del ausente soberano.

Veían aún cómo entraba la avalancha de los hombres con casco en sus tranquilos pueblos: las casas cubiertas de llamas repentinamente, la soldadesca haciendo fuego sobre los que huían, las mujeres agonizando destrozadas bajo la aguda persistencia del ultraje carnal, los ancianos quemados vivos, los niños deshechos á sablazos en sus cunas, todos los sadismos de la bestia humana enardecida por el alcohol y la impunidad... Algunos octogenarios contaban, llorando, cómo los soldados de un pueblo civilizado cortaban los pechos á las mujeres para clavarlos en las puertas, cómo paseaban á guisa de trofeo un recién nacido ensartado en una bayoneta, cómo fusilaban á los ancianos en el mismo sillón donde los tenía inmóviles su dolorosa vejez, torturándoles antes con burlescos suplicios.

Siguió llorando cuando el oficial se desprendió de él con rudo empujón... necesitaba desahogarse después de tantos días de angustia silenciosa: ¡Viva Francia! Los suyos estaban ya en la entrada del parque. Corrían con la bayoneta por delante en seguimiento de los últimos restos del batallón alemán que escapaba hacia el pueblo. Un grupo de jinetes pasó por el camino.

A partir de aquí empezaron las desorientaciones de Toledo. El mundo estaba cambiado, totalmente cambiado, y él marchaba de asombro en asombro. Para favorecer á su compatriota, quiso saber qué armas manejaba con preferencia. ¡Conozco tantas! exclamó Martínez. En un asalto había herido con la punta del sable á un alemán gigantesco que le amenazaba con su bayoneta.

Reforzáronse también los enemigos, y desplegando nueva línea con gente de reserva, avanzaron a la bayoneta, pujantes, aterradores, irresistibles. ¡Momento de incomparable horror! Figurábaseme ver a dos monstruos que se baten, mordiéndose con rabia, igualmente fuertes, y que hallan en sus heridas, en vez de cansancio y muerte, nueva cólera para seguir luchando.

Marqués de Sarriá, para dar crédito a tales novelas de caballerías. Conque ¿cómo fué aquello? añadió en tono de mofa y sentándose junto a Santorcaz . Dijo usted que cuatro mil franceses atacaron a la bayoneta a diez mil rusos, y les hicieron caer en un pantano, donde se ahogó la mitad.

Luego, Divès, volviéndose hacia la tropa de reserva, compuesta de cincuenta rudos montañeses, y señalando la meseta con el sable, les dijo: ¿Veis aquello, muchachos? Nuestro tiene que ser. Los de Dagsburgo no podrán decir que tienen más valor que los del Sarre. ¡Adelante! Y la tropa, enardecida, se puso en marcha, flanqueando el barranco. Hullin, muy pálido, gritó: ¡A la bayoneta!

Y yo digo que si Su Santidad me mandase meter una cuarta de bayoneta por el ombligo a ese condestable, tenga usted por seguro que le metía dos. No. ¿Cómo no? rugió el capellán poniéndose carmesí. Porque el condestable ha muerto hace tres siglos. Me alegro. Tres siglos hace que arde en los infiernos.

Palabra del Dia

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