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Actualizado: 6 de noviembre de 2025


El herrador tenía un aire amenazador, y el calor apacible que el carnicero ponía en la conversación, se animó un poco. Yo no soy hombre que contradiga a nadie, estoy por la paz y la tranquilidad. Hay personas que prefieren cortar las costillas largas. Por mi parte, soy de los que las cortan cortas; pero yo no me disputo con esas personas.

Todos sus compatriotas permanecían alejados después de haber visto que el gigante del árbol amenazador sabía igualmente aplastar á sus enemigos á gran distancia, valiéndose de rocas capaces de destruir una casa ó un buque. Gritaban contra él, pero se mantenían aglomerados en las bocacalles, prontos á huir, sin atreverse á avanzar al descubierto sobre los muelles.

Miróme repentinamente. ¿Ni aun con Margarita? dijo. No veo lo que aquí significa el nombre de la señorita Margarita. Rechazó con una mano los cabellos que inundaban su fisonomía y tendiendo la otra hacia , con gesto amenazador. Usted la ama dijo con voz sorda, ó más bien ama su dote; pero no la obtendrá. ¡Señorita Helouin!

¡No! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Déjeme usted! Aquel hombre se puso entonces duro y amenazador. ¡Oh! ¡Basta ya! Soy muy tonto en tomarme el trabajo de convencer á usted. Quiero salvarla y se empeña usted en perderse. ¡Allá usted! ¿Qué me importa á mi todo esto? Soy su último amigo, el más seguro, el más adicto, y Dios sabe en qué responsabilidades incurro... ¿Usted me rechaza? ¡Adiós!

El sombrero de Adela era ligero y un tanto extravagante, como de niña que es capaz de enamorarse de un tenor de ópera: el de Lucía era un sombrero arrogante y amenazador; se salían por el borde del costurero las cintas carmesíes, enroscadas sobre el sombrero de Adela como una boa sobre una tórtola: del fondo de seda negro, por los reflejos de un rayo de sol que filtraba oscilando por una rama de la magnolia, parecían salir llamas.

¡Bah! dijo doña Ana ; yo que he hecho muy bien, como que haré muy bien en decirte que por algún tiempo no vengas á verme hasta que yo te avise. Pronunció de tal manera, con tal frialdad, con tal descaro doña Ana estas palabras, que el rostro del sargento mayor se cubrió de una palidez colérica. ¿Qué viene á ser eso? dijo con acento amenazador.

En verdad, en verdad, tengo una obligación grave de averiguar quién es esa mujer. ¿No se llama Dorotea? ¿Quién os ha dicho que la hija de Margarita se llama Dorotea? exclamó con acento amenazador el bufón. Cuando se trata de esa mujer dijo sonriendo tristemente el padre Aliaga , todo os espanta. Como os espanta á vos todo, cuando se trata de la otra.

Pero ¡ah! cuando al versículo amenazador siguió el de la esperanza ¡con qué fe, con qué fervor escuchó la promesa de la infinita misericordia! ¡cómo, vertiendo copioso llanto, rogó a Dios, invocando su clemencia, que olvidase su justicia, recordando sólo su misericordia y su magnanimidad!

¡Hablar de arrendamientos y de pagas en aquel sitio, cuando entre actores y espectadores se había consumido el aguardiente á cántaros!... Batiste se sintió inquieto. Le pareció que pasaba de pronto por el ambiente algo hostil, amenazador. Sin gran esfuerzo hubiera echado á correr; pero se quedó, creyendo que todos le miraban á hurtadillas.

Al cabo de un momento repitió maquinalmente, como si no diese importancia á lo que decía: Has perdido poco. El ganado regular, pero los chicos no por qué no duermen esta noche en la cárcel... ¡Qué guasa, hija! ¡qué guasa! La tabernera tampoco despegó los labios. Su rostro estaba sombrío, amenazador. Velázquez se levantó al cabo de la silla y se dirigió hacia ella con sonrisa petulante.

Palabra del Dia

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