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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Pero como es difícil mantenerse siempre en un justo medio inofensivo, y más poseyendo el carácter fanfarrón de nuestro majo, sucedió que otra noche, sin darse cuenta, se le fué la lengua y soltó una impertinencia. Soledad esta vez no se contentó con mirarle, sino que exclamó con acento amenazador: ¡Cuidado! Volvió á echarlo á broma Velázquez, y le dijo algunas frases cariñosas para desagraviarla.
Sirva de ejemplo Antonio Vico: yo creo que la mitad de su poder trágico residió en el bosque hirsuto, terriblemente amenazador y elocuente, de sus cejas irritables.
Bésele usted la mano... Digo no... No se la des, Clara, no la merece. El perro que estaba echado a los pies de la joven al verse molestado gruñó. ¡Muérdele, Fidel...! ¡Muerde a ese antipático, muerde a ese soso...! ¡a ese! ¡a ese! El animal, así azuzado, comenzó a gruñir de un modo amenazador y estaba a punto de arrojarse sobre el soso. Clara levantó la cabeza riendo al través de sus lágrimas.
Entre las mil mojigangas ridículas de que tantas veces se había reído en las logias, destacábase entonces en su imaginación algo terrorífico, algo amenazador, que tomaba forma sensible en aquella palabra misteriosa que siempre había pronunciado riendo y recordaba ahora temblando: ¡Neckan! ¡Venganza!... Preciso era obrar con prudencia y reflexionar, y pesar, y medir, y decidir sin tardanza...
Sólo al pasar por delante de alguna casa se oía dentro el gruñido amenazador de un perro que protestaba contra el desfile de la tropa a hora tan inusitada y tal vez que otra el no más dulce murmullo del sargento Alcaraz, que maldecía de la noche, de su suerte y de la madre que le había parido.
Al contrario, los suyos, a la vista del amenazador cabo de cuerda, estaban siempre en un estado de irritabilidad nerviosa, como decía el señor Durand, de irritabilidad nerviosa muy saludable. De este modo, Kernok obtuvo bien pronto la estimación y la confianza del capitán negrero, capaz, afortunadamente, de apreciar sus raras cualidades.
No nevaba entonces, pero se me oprimió el espíritu al ver el aspecto ceñudo y amenazador que presentaba el cielo; y, sin embargo, sentí cierta mortificación del amor propio por no haberse contado conmigo para formar parte de aquella denodada legión, ¡como si no hubiera sido yo un verdadero y continuo estorbo en ella!
Extendió sus manos hacia mí: repentinamente, aquella mano se cerró con violencia y se extendió en el espacio con un gesto amenazador: vi revolverse y rodar sus ojos entre sus órbitas dilatadas, como si una bala le hubiera herido el corazón. ¡Oh! inglés murmuró. Volvió á caer sobre la almohada como una masa inerte. Estaba muerto. Llamé apresuradamente, y todos acudieron.
Cuando vio al toro con las patas inmóviles, el mismo público le impulsó con sus consejos. «¡Ahora! ¡Tírate!» Y Gallardo se arrojó sobre la bestia con el estoque por delante, saliendo de la amenaza de los cuernos rápidamente. Sonó un aplauso, pero fue muy breve, siguiéndole un murmullo amenazador, en el que se iniciaron estridentes silbidos.
Madre mía, haga usted volver al señor sus presentes, saliendo en seguida con un paso de reina ultrajada. La señora de Laroque la siguió. Al mismo tiempo lancé el contrato en la chimenea. Señor me dijo entonces el señor de Bevallan con tono amenazador hay aquí una intriga cuyo secreto sabré. Señor, voy á decírselo respondí.
Palabra del Dia
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