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Actualizado: 6 de noviembre de 2025


Miró el caballero tropezado alternativamente al palafrenero, al incógnito y á su caballo; comprendió por lo amenazador de la actitud del jinete que se trataba de alguna pendencia cortada, ó por mejor decir, suspendida por su aparición, y dijo con acento severo y lleno de autoridad: ¿Que significa esto? Señor, este mal hombre quería pegarme porque me he reído de su caballo contestó el palafrenero.

Sorege hizo un ademán tan amenazador, que Tragomer se puso delante de Jacobo. Estaban cuatro al rededor de él y toda esperanza de escapar era ilusoria. ¡Miserables! exclamó, abusáis de la fuerza y del número para secuestrarme... ¡Vamos allá! amigo, dijo Marenval; usted se burla.

Así gritando roncamente me amenazaba esgrimiendo sus garras. Tres veces se encontraron nuestros ojos, y tres veces nos medimos con gesto amenazador; y de los dos ¿quién se arredró? El águila fué, que huyó aterrada.

Lo que le había desvelado era el misterio del silencio, más amenazador e inquietante que las vociferaciones de la hostilidad. Avanzando la cabeza, creyó percibir entre los rumores confusos y fundidos de la respiración nocturna un roce, un leve crujir de madera, algo semejante al ligero peso de un gato trepando de peldaño en peldaño por la escala de la torre, con largas pausas de inmovilidad.

Formáronse dos grupos a respetable distancia el uno del otro. Y donde todo era antes alegría y expansión reinó súbito silencio lúgubre y amenazador. Los de un grupo trataban confidencialmente de convencer a Grass de que no era sensato ofenderse por las palabras de un badulaque como Timoteo.

Y tendía su puño amenazador hacia un punto del horizonte, precisamente el opuesto al lugar donde emergía el periscopio. Vió Ferragut en el redondel azul de las lentes cómo este tubo subía y subía, engrosándose.

Pero, no importa: seguros debemos estar de que no yerra y de que el peligro existe; es algo amenazador que flota en el aire, que vibra, como un gruñido de cólera, en el estrépito con que los espectadores van ocupando sus asientos.

La clase estaba aterrada: semejante acto de dignidad no se veía casi nunca: ¿quién se iba á figurar que Plácido Penitente...? El catedrático, sorprendido, se mordió los labios y le vió alejarse moviendo la cabeza algo amenazador. Con voz temblorosa empezó entonces el sermon sobre el mismo tema de siempre, aunque con más energía y más elocuencia pronunciado.

El día era bueno para la pesca. Iban a coger mucho.» Y cuando Febrer parecía inquieto contemplando el mar amenazador, le explicaba el viejo que al abrigo de la parte opuesta del Vedrá encontrarían aguas tranquilas. Otras veces, en mañanas esplendorosas, aguardaba Febrer inútilmente la llamada del viejo. Pasaban las horas.

El australiano, al verse defraudado en sus propósitos, se puso en pie, con ademán amenazador. Pero ¡qué mamarracho eres! le dijo el marinero riendo. ¡Ten cuidado, Van-Horn! dijo el Capitán . Estos salvajes son traidores. Le romperé el chuzo en las espaldas, señor Van-Stael.

Palabra del Dia

vengado

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