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Actualizado: 6 de noviembre de 2025
Llevaba un holgado frac azul grotescamente cortado, un ancho pantalón de tela y un chaleco escarlata con botones de áncoras, y al que le faltaban por lo menos seis pulgadas para llegar a la cintura; finalmente, un inmenso cuello de camisa rígido y almidonado se levantaba amenazador por encima de las orejas de este personaje.
No imaginaba Julián riesgos inmediatos, pero presentía algo amenazador para lo porvenir. ¡Horrible familia ilegal, enraizada en el viejo caserón solariego como las parietarias y yedras en los derruidos muros! Al capellán le entraban a veces impulsos de coger una escoba, y barrer bien fuerte, bien fuerte, hasta que echase de allí a tan mala ralea.
Sin saber lo que hacía, me precipité hacia la puerta, como para cerrar el paso a ese demonio amenazador. ¡Desgraciada que no sospechaba que otro demonio me acechaba, instalado antes que aquél en el umbral de la puerta! Minutos después entró Roberto. Ni una palabra, ni un saludo, nada más que esa mirada rápida y sombría que ya me había herido una vez como una puñalada.
En ese momento me di cuenta de que tenía agotadas las fuerzas. Aquella milagrosa organización se defendió de ella misma. No se lamentó. No confesó nada que pudiera delatar debilidad. Reconocerse impotente y desanimada era ponerlo todo en manos del azar, y el azar le causaba miedo como el más incierto de todos los auxiliares, el más pérfido, acaso el más amenazador.
Pero apenas hubo entrado en su casa, muy satisfecho del éxito de su oportuna retirada, nuevos terrores vinieron a asaltarle, al ver el ojo válido de Rosita, severo, iracundo y amenazador como un soldado sobre las armas; y su boca grave, remilgada e imponente como un juez en su tribunal.
Pronto se hallaron los tres camaradas en la extensa población construída al pie de la antigua iglesia y del amenazador castillo.
Hablaba con el desgarro peculiar a la chula de Madrid, acentuando cada sílaba de un modo tan insolente que D. Laureano, avergonzado, no pudo menos de salir por su dignidad. ¡Niña, niña, cuidado con la lengua! Mira que te puede costar un disgusto. ¿A mí? ¡Ja, ja! ¡Qué infeliz eres! ¡A ti, sí, desvergonzada! profirió colérico el tenorio avanzando hacia ella con ademán amenazador.
Un anillo alrededor del astro diurno, un resplandor rojizo en medio de un círculo pálido, estrellas cambiantes y que parecen que caen, son indicios de un trabajo amenazador en la región superior.
Sin embargo, al repetir aquel hombre su exigencia en un tono más amenazador, quedó de manifiesto que su influencia era suprema, y que en sus manos sin escrúpulos se veía tan desamparada como una pobre criatura. La situación fue para mí una verdadera revelación.
Este pensamiento conmovió á Clementina. Hasta entonces no había imaginado más que un Roussel amenazador y terrible, avanzando armado de derechos iguales á los suyos y reclamando su parte de afecciones, de dicha y de esperanza, y en un momento se figuró un Roussel aniquilado, vencido, aproximándose tímido, suplicante y dispuesto á consentir que se pusiera sobre su cabeza un pie victorioso.
Palabra del Dia
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