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Actualizado: 6 de noviembre de 2025


¡Si no se calla usted...! dijo Samaniego, llegándose a ella con ademán amenazador . Vamos, que por ser usted mujer, no le sacudo el polvo ahora mismo. ¿Usted a ?... falta que pueda. Más le valdrá a usted no permitir las indecencias que hace esta... Le digo a usted que si no se calla... No me puedo contener... ¡Eh!, llamar a una pareja.

A la mitad de la calle del Turco, y dominando el ruidoso rodar del carruaje, llegó a oídos de la pareja un extraño rumor lejano: esa especie de sordo mugido, amenazador, imponente, que sólo es común al mar encrespado y a las muchedumbres alborotadas... Currita y Butrón miráronse sorprendidos, y repararon entonces en algunos transeúntes que venían presurosos de la calle de Alcalá, y en el conserje de la Escuela de Ingenieros, que cerraba apresuradamente la puerta de este edificio.

La sorpresa, el acento sarcástico y amenazador del clérigo, y la vista del bulto de don Segis, que permanecía a algunos pasos, inmóvil, como fuerza de reserva, infundieron tal pavor en Sinforoso, que en algún tiempo no pudo articular palabra. Sólo cuando el teniente avanzó hacia él un paso, logró decir: Tranquilícese usted, don Benigno. Yo no le he nombrado a usted.

Cuando se teme de ese modo la llegada de un día que nos ha de traer algo malo, la imaginación tiene como una extraordinaria fuerza de odio, con la cual personifica ese día que se detesta; la imaginación ve acercarse este día, y lo ve en figura de no qué monstruo amenazador que avanza con la mano alzada y la mirada llena de ira. Hay días en que el sol no debiera salir.

Husmeaba el ambiente amenazador, como un viejo caballo de guerra que relincha oliendo la pólvora. ¡Bronca!... ¡Ya se ha armado! exclamó con alegría, mirando al otro lado del puente. Por la avenida del ensanche corría á todo galope un grupo de jinetes de la guardia civil. En último término, veíase una gran masa de gente, una mancha negra matizada por el rojo flotante de algunas banderas.

Obstáculos que parecían invencibles y de los que la misma imaginación se espanta, la distancia de nuestra posición, el tener que rehusar la mano de Eudoxia, las censuras de la gente, el orgullo de mi madre, su maldición tal vez; ¡qué porvenir más siniestro y más amenazador!

Ese día Marta declaró que le era imposible levantarse de la cama; no sentía vivos dolores decía, pero sus piernas se negaban a llevarla. Así veía yo adelantar el desastre, cada vez más amenazador. No podía esperar más: «Ven a cumplir tu compromiso mientras todavía es tiempo» escribí a Roberto.

Al regresar y acercarse a la entrada de los Pazos, un remolino de hojas secas le envolvió los pies, una atmósfera fría le sobrecogió, y la gran huronera de piedra se le presentó imponente, ceñuda y terrible, con aspecto de prisión, como el castillo que había visto soñando. El edificio, bajo su toldo de negras nubes, con el ruido temeroso del cierzo que lo fustigaba, era amenazador y siniestro.

Jóvenes, leales y valientes, les bastaba que el Rey manifestase sus deseos; lo único que deseaban era mostrarle su buena voluntad, y tanto mejor si para ello tenían que desenvainar la espada. Así quedó trasladado el teatro de los sucesos desde Estrelsau al palacio de Tarlein y al castillo de Zenda, que se alzaba sombrío y amenazador al otro lado del valle.

Los árboles y las malezas que crecen en las fragosidades apuntan en las ramas á través de la niebla de un modo amenazador; á veces, sólo vemos serpentear una masa negruzca en la sombra cenicienta, y es una rama cuyo tronco permanece invisible. Nos baña el rostro una tenue lluvia: matas de hierba y malezas son otros tantos depósitos de agua helada que nos mojan como si atravesáramos un lago.

Palabra del Dia

vengado

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